miércoles, 18 de septiembre de 2013

BAJO EL GLACIAR

 
 

 

Había amanecido con sol y despejado, excepto algunas brumas alrededor de las montañas. Las torres defensivas del valle de Mestia se veían imponentes, recortándose contra el cielo azul. Se distinguían los picos nevados del monte Dalaqora hacia donde nos dirigíamos; formaba parte de la cordillera del Cáucaso, que separa Europa de Asia. Las laderas estaban repletas de bosques con algunos claros color verde esmeralda.

La ruta era hacia el Glaciar Chaaladi. Íbamos a ascender desde los 1490m. del punto de inicio hasta 1920m. Casi cuatrocientos treinta metros. A las dos horas de caminata llegamos al puente colgante sobre el río Mestiachala. Era de madera y de hierro oxidado. El río bajaba con fuerza, habíamos caminado paralelos a él, y sus aguas eran de un azul blanquecino. A la altura del puente se formaba un cañón natural.



 

La ascensión había sido bastante gradual, pero el último tramo fue el más empinado. Además era una pedrera que se hizo un poco pesada. Finalmente llegamos al pie del Glaciar Chaaladi. De las cumbres nevadas bajaba una lengua blanca que a nuestra altura se convertía en una morrena terrosa que arrastraba piedras.

El río surgía de una cueva bajo el glaciar, y hasta allí llegamos. Las paredes de la cueva era grueso hielo blanco con vetas verdosas. Nos acercamos a tocarlas. En algunas zonas el hielo goteaba derritiéndose bajo el sol y formando una ducha natural. Nos sentamos en las rocas a descansar, a comer las provisiones que llevábamos, y a contemplar el glaciar y el paisaje del valle entre cumbres nevadas. Un paisaje para guardar en la memoria.






 

Después de ocho horas de excursión la cena que nos preparó Tamila, nuestra anfitriona, fue espléndida. Una muestra de cocina tradicional georgiana: sopa con pasta y carne berenjenas guisadas, col preparada con salsa y ensalada de pepino y tomate. Y todos los platos servidos a la vez, en una mesa muy apetecible y colorida.
 
 
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BRINDIS EN GEORGIA


 
Un pequeño pueblo de tejadillos rojos y casas bajas, entre viñedos y altos cipreses. Podría ser la Toscana, pero estábamos en el Cáucaso, en Georgia. De Sinaghi decían que era la población más bonita de la región vinícola de Kakheti. Estaba repleta de arquitectura de los s. XVIII-XIX con aire italiano y conservaba restos de su antigua muralla. Las casas tenían balcones de madera labrada que formaban filigranas, eran como encajes de carpintería.
 




La zona estaba llena de bodegas que ofrecían degustación de vinos. Hasta los monjes tenían tradición de elaborar vino en las bodegas de sus monasterios, como la famosa Catedral de Alaverdi. Fue construida en el s. XI y con sus 50m. de altura fue la construcción más alta en Georgia durante milenios.  Todavía era el principal centro espiritual de la región de Kakheti. Estaba amurallada y rodeada de vides, pero las bodegas del monasterio no podían visitarse.





El vino fermentaba en los llamados qvevri, recipientes de arcilla subterráneos que podían alcanzar los tres metros de profundidad y almacenar el equivalente a 1300 botellas de vino. Como fuimos en la época de la vendimia tuvimos oportunidad de ver los viñedos repletos de racimos, y el pisado de las uvas en un tronco vaciado. Recogimos en una copa el primer mosto, de un fuerte sabor dulzón.


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martes, 17 de septiembre de 2013

EL MONASTERIO DAVID GAREJA

La primera visión del Monasterio David Gareja fue impresionante, aparecía en la ladera de la montaña, excavado en la roca y rodeado de cuevas. Fue fundado en el s.VI por David Gareja, uno de los trece padres ascetas de Siria, que vino a Georgia a predicar el cristianismo. El complejo religioso tenía varios monasterios con frescos y murales milenarios, y albergaba manuscritos que fueron copiados. Su historia fue complicada: fue destruido por los mongoles, usado par maniobras en la época soviética y objeto de vandalismo. Era Patrimonio de la Humanidad.



Empezamos subiendo a la Torre del Reloj, desde la que se veía el Monasterio de Lavra, amurallado, y las cuevas en las rocas. Leímos que en algunas de las cuevas todavía vivían monjes. Seguimos ascendiendo la colina por un sendero marcado con pequeños postes metálicos. Al otro lado estaba Azerbaiyán, el país vecino, con el que Georgia mantenía disputas fronterizas desde 1991. Vimos un soldado armado con metralleta, vigilando la línea fronteriza. Los monjes y muchos georgianos consideraban el origen de la disputa como resultado de un plan soviético para enfrentar a los georgianos cristianos y los azerbaiyanos musulmanes. Habían pasado muchos años y el conflicto seguía enquistado.




Había unas 50 cuevas numeradas en la ladera de la montaña. En algunas de ellas se conservaban los frescos milenarios con figuras religiosas y motivos florales en las paredes, con pigmentos amarillos y anaranjados. En la cima hubo un monasterio que fue destruido, y quedaba una pequeña ermita. Encontramos otros dos soldados armados que vigilaban la frontera con Azerbaiyán,





Luego visitamos el Monasterio Lavra, amurallado y con tres niveles, sin encontrar a nadie, ni monjes ni visitantes. La soledad del lugar sobrecogía. La Iglesia estaba abierta. Otras puertas de madera de capillas o celdas de monjes estaban cerradas. El recinto estaba empedrado y tenía algún balcón de madera con vistas al valle de colinas áridas. La presencia de los soldados en aquel lugar sagrado era una nota discordante. El Monasterio era un lugar de gran importancia histórica y cultural para los georgianos y lugar de peregrinación. 









lunes, 16 de septiembre de 2013

LAS TORRES MEDIEVALES







El Alto Svaneti era una región montañosa del Caúcaso que había conservado su vida tradicional gracias a su prolongado aislamiento. Era calificada como bella, salvaje y misteriosa, adjetivos que nos impulsaron a conocerla.

Llegamos en marshrutky, la furgoneta colectiva, hasta Mestia, a través de una carretera de montaña con muchas curvas. De vez en cuando algún pasajero, hombre, mujer o niño, se persignaba. Averiguamos que no era por los peligros de la carretera, sino que lo hacían cada vez que pasaban cerca de una iglesia. El paisaje era precioso, bosques densos con una neblina baja. Mestia estaba a 1400m. de altitud. El centro estaba restaurado, con casas de piedra y balcones de madera de estilo alpino. Pero en las empinadas calles empedradas se respiraba el ambiente rural y circulaban algunas vacas, dejando sus boñigas en el camino.





Tenía iglesias milenarias y casas fuertes con torres defensivas de piedra llamadas Koshki, el símbolo de Svaneti. Nos alojamos en una casa particular, con torre adosada. Luego encontramos muchas por el pueblo y esparcidas por la montaña. Una de las aldeas tenía más de doscientas torres de ese tipo. Las torres habían sido construidas en la época medieval para servir de viviendas y fuertes en caso de invasión. Sólo tenían estrechos ventanucos en una de sus caras, y el acceso era elevado, a través de unas escaleras de madera. Resultaba curioso que se hubieran conservado aquellas torres centenarias. La región de Georgia era un merecido Patrimonio de la Humanidad.




La cena fue contundente, como requería el frío clima: sopa de champiñones, barbacoa de carne y kachapuri, pan relleno de queso, con más queso por encima, típico de la gastronomía georgiana. Al anochecer vimos las torres iluminadas y paseamos hasta el puente sobre el río. La niebla se había disipado y se veían más nítidamente los picos nevados del Caúcaso. La luna resaltaba la blancura de la nieve.

 
 

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domingo, 15 de septiembre de 2013

LOS ARMENIOS Y EL LAGO SEVÁN


 
Hay países en los que la población que habita es inferior a los que viven fuera de él. En Armenia habitan 3,2 millones de personas, y ocho millones de armenios están en la diáspora y viven en Rusia, EE.UU, Francia, Líbano y Siria principalmente. Algunos armenios famosos son el tenista André Agassi, el cantante Charles Aznavour, el director de cine Atom Egoyan o la cantante/actriz Cher.
El escritor Colin Thubron afirmó sobre los rusos que “Se dice que el ruso se parece a la cebolla, cuando más los pelas más lloras”. Pues con los armenios sucede igual, mientras más conoces su historia, más trágica y penosa parece, y entiendes el carácter melancólico de los armenios. Armenia se recuerda por su tragedia del genocidio llevado a cabo por el Imperio Otomano de 1915 a 1923.


 
La religión, la parte espiritual está muy presente e impregna todo el país. En los bonitos monasterios se respiraba misticismo. También nos atrapó la belleza del lago Seván. El lago estaba a 1.900m. sobre el nivel del mar. La guía lo describía como un gran ojo azul de 80km. de longitud y 30km. de anchura. Su color cambiaba de deslumbrante turquesa a azul oscuro. El día en que lo vimos era soleado y el agua tenía un azul luminoso.


 
Cogimos un pequeño barco para hacer un recorrido por el lago. Desde el agua vimos dos ermitas sobre la colina, a la que más tarde subimos. Las iglesias tenían las típicas cruces armenias llamadas Khatchkars, talladas en piedra rojiza. La cruz tenía inscripciones y descansaba en un símbolo del sol o rueda de la eternidad.
Desde allí fuimos a Noroduz, que tenía el segundo cementerio de Khatchkars mayor del mundo. Miraras donde miraras veías cruces de distintos tamaños y diseños, con dibujos geométricos simbólicos. Otros grabados representaban una caravana de bueyes o un festín de bodas. Había más de 50.000 cruces en el país, estaban consideradas patrimonio cultural por la Unesco, eran únicas en su género y no había dos iguales. Otra curiosidad de aquel misterioso país.
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sábado, 14 de septiembre de 2013

MONASTERIOS DE ARMENIA

Armenia tenía muchos monasterios ubicados en las montañas del Cáucaso. Visitamos algunos de ellos desde Alaverdi, que era la base para ver el Debed Canyon. El paisaje era bonito, el río Debed corría entre verdes montañas que formaban un paso estrecho. Cogimos el funicular hasta el Monasterio Sanahin, fundado en el s.X. Era un complejo de iglesias con tumbas antiguas, oscuras capillas y galerías medievales. Estaba considerado Patrimonio de la Humanidad. Había estelas de piedra con las típicas cruces armenias labradas en filigrana.

El Monasterio albergó una Universidad de Medicina en el s.XII, además de una escuela de copistas e ilustradores. En la estancia que había sido la Biblioteca se guardaban vasijas de barro. 



En otra colina al otro lado del río estaba el Monasterio Haqpat también Patrimonio de la Humanidad. Fue fundado en el año 976. Tenía campanario, biblioteca y refectorio. En una sala tenía varios agujeros en el suelo, eran vasijas enterradas, probablemente para almacenar vino, como los “qevri” georgianos de arcilla.

El muro exterior tenía muchas cruces de distintos tamaños grabadas en la piedra, un huella que el tiempo no había borrado.




Otro día fuimos al Monasterio Geghard. Era mitad Catedral y mitad cueva, pues la construcción estaba adosada a la roca, y las capillas estaban excavadas en la misma roca. En el interior las voces resonaban; leímos que por la buena sonoridad a veces cantaban coros allí. Los rayos de sol se filtraban por los orificios de las cúpulas.

En una capilla había una fuente de agua fresca, que decían que rejuvenecía o concedía el deseo de todo aquel que la tocara. En el exterior había varias kachkars esculpidas en lo alto de la roca, se ascendía por unas escaleras metálicas. El conjunto del monasterio fue el que más nos gustó.

Conocimos a uno de los tres monjes que vivía en el monasterio. Era un monje joven y dispuesto a conversar. Le comenté que debía sentir mucho la soledad allí y reconoció que sí, pero la lectura y sus tareas llenaban sus días. Compramos coca y unos higos secos que vendían unas mujeres en puestos. Todos los monasterios que vimos en Armenia tenían una atmósfera medieval y se respiraba misticismo y espiritualidad. Eran una parte importante del viaje por el país.