sábado, 24 de noviembre de 2001

HOI AN, EL VIETNAM TRADICIONAL

 

Hoi An era un pueblo tradicional vietnamita con casas de colores ocres y amarillos, con portones y ventanas de madera, patios interiores llenos de macetas y tejadillos a diferentes alturas. Estaba en la costa del mar de la China Meridional, junto al río Thu Bon, y fue un importante puerto comercial durante los s. XVI-XVII, cuando los chinos, japoneses, holandeses e indios se asentaron en la ciudad,. Conservaba las influencias chinas y japonesas en su arquitectura. Declarado un merecido Patrimonio de la Humanidad. 

El tiempo parecía haberse detenido en sus tranquilas calles. Los coches tenían el acceso prohibido y solo circulaban bicicletas, motos y gente con los sombreros cónicos vietnamitas. Los vendedores acarreaban las mercancías en dos platillos con un palo apoyado en os hombros, el sistema que les servía para equilibrar el peso.




Por cada esquina aparecían faroles rojos, naranjas, amarillos, con algún carácter chino escrito. Había farolillos de papel de gran colorido, formas y tamaños muy variados. En las tiendas de artesanía había cerámicas de estilo antiguo chino, con dibujos azules; brújulas de madera con adornos nacarados, preciosos tinteros chinos de marfil o hueso trabajado, etc. Paseamos hechizados observando cada rincón. 

 

Había varias casas-museo, muy interesantes para visitar. Compramos un ticket para visitar cinco lugares históricos. Empezamos por la Tran Duong House guiados por su dueño, un amable y simpático profesor de matemáticas jubilado, que nos ofreció té y explicó la historia de su familia. La casa del s. XIX amplia y espaciosa. Estaba pintada de verde botella, y tenía muebles chinos antiguos, de madera lacada con adornos nacarados. 

La casa Tan Ky tenía doscientos años. La familia todavía vivía allí y mostraban parete de su vivienda, el esto era privado. La hija no explicó la historia de la casa, describiendo su estructura y mobiliario. Tenía una planta abuhardillada, y el techo era de tejas cocidas y madera enttrecruzada. También visitamos el Templo de la Congregación Fujian China y el Puente Japonés, construido por los japoneses, de piedra y de estructura cubierta con tejadillo, unido por un extremo a una Pagoda Budista. Era un símbolo de Hoi An.





El mercado estaba junto al río, y algunos vendedores llegaban en barca. Había muchos puestos de flores, y otros de frutas y hortalizas.


Dimos un paseo en barca por el río Thu Bon durante tres horas, viendo las casas y el paisaje de las orillas. Fuimos a una aldea donde trabajaban los carpinteros, entre los ruidos de matillos y escalpelos, y a otra aldea de alfareros. Pasamos por varios astilleros pequeños donde fabricaban barcas de madera artesanalmente. 



Otro día alquilamos bicicletas y fuimos a la playa de Lua Dai, a 4km de Hoi An. En el trayecto atravesamos un precioso paisaje de arrozales inundados de agua, con bueyes y palmeras. La playa tenía hileras de palmeras, arena blanca y estaba solitaria. Nos bañamos en el mar del sur de China. Vimos a los pescadores con sus redes, faenando. En alguna canoa era la mujer quien remaba y el hombre pescaba. Otras redes estaban fijas sobre postes. Algún pescador usaba las pequeñas cestas circulares hechas de bambú, manejadas con pértiga.









Viaje y fotos realizados en 2001

jueves, 22 de noviembre de 2001

EL DELTA DEL MEKONG

En el viaje por Vietnam navegamos por el Delta del Mekong varios días, desde tres poblaciones: Mytho, Vinh Long y Cantho. El mítico río Mekong era el “río de los Nueve Dragones”, recorría la evocadora Península de Indochina desembocaba en el mar de China Meridional, formando una red de canales. 

En Mytho cogimos la primera barca. Los canales estrechos del río eran preciosos, bordeados de vegetación. A veces las palmeras de cada orilla formaban un arco que se cerraba sobre nuestra barca. En el río había varias islas grandes, la zona se conocía por el nombre Be Tre. En una de las islas vimos como elaboraban caramelos de coco; en otra tenían colmenas de abejas y nos ofrecieron probar té con limón y miel.

En Vinh Long navegamos tres horas en otra barca azul a través de los canales y tuvimos oportunidad de ver pasar muy cerca otras barcas con mujeres vietnamitas con sus sombreros cónicos tradicionales, niños que reían y nos saludaban, pescadores desenredando sus redes o descansando en hamacas colgantes. Vimos barcas con la ropa lavada extendida, gente en las orillas enjabonándose, charlando, jugando a las cartas y mirándonos con curiosidad al pasar. 

En el mercado flotante  vendían madera cortada, patatas, calabazas, piñas, frutas, hortalizas y cocos. Lo que tenía de especial aquel mercado era que en la orilla se erigía una blanca Catedral Católica, junto a los palafitos y las barcas.



En Cantho alquilamos la barca por cinco horas. Primero vimos su mercado flotante, muy colorido y animado. Había barcas pequeñas cargadas con mercancías: piñas, tomates, cocos, coliflores y otros vegetales, cestos, papayas, plátanos...El día estaba nublado, pero las ropas de las mujeres le añadían una nota de color. Solían llevar pantalón, camisa holgada a juego, con aberturas laterales, y a veces una chaquetilla por encima. Todas eran delgadas, ágiles en sus movimientos con las barcas y manejando el remo o el motor. 

En una de las barcas vendían grandes cestos que luego vimos en tierra, transportados por bicicletas, amontonados y en precario equilibrio. Otras barcas vendían bebidas y comida guisada. Anclamos la nuestra para que el barquero comiera, mientras observábamos el trasiego de vendedores y compradores en el río.










Los mercados flotantes eran todos muy coloridos y fotogénicos, pero también lo eran los mercados interiores de las poblaciones de Mytho, Vinh Long y Cantho. Los recordaremos, igual que las sonrisas de los niños y de todos los vietnamitas que encontramos.








Viaje y fotos realizados en 2001

viernes, 2 de noviembre de 2001

TEMPLOS Y TREN DE LA JUNGLA


Battambang era la segunda ciudad más grande de Camboya, después de la capital Phnom Penh, pero nos pareció una población tranquila y agradable. Las casas eran de dos plantas, con porches y comercios en los bajos. Por sus calles paseaban monjes budistas con sus túnicas naranja azafrán o de color amarillo. Algunos se protegían del sol con un paraguas a juego. En las orillas del río Sangke había varios templos y un paseo de arboleda con bancos de piedra.




Desde Battambang fuimos de excursión por los alrededores. Alquilamos motos con dos simpáticos chicos. Visitamos el Templo Wat Banan, también en la cima de una colina, al que se llegaba ascendiendo 331 escalones de piedra. Era del s. X y decían que era una réplica en miniatura del Angkor Wat. Estaba bastante deteriorado y lo observamos como un aperitivo de lo que nos esperaba. En el exterior de los templos de dos o cuatro puertas corría el aire fresco, y allí nos sentamos a descansar a la sombra y contemplar las vistas. En seguida se reunió un grupo de gente a nuestro alrededor, a observarnos con curiosidad.



El paisaje era jungla tropical y montañas cubiertas de verde vegetación. Atravesamos un puente colgante. En la cima de otra montaña vimos el templo Phnom Sampeu, llegaba subiendo escalones de piedra. Era un día festivo y muchos camboyanos iban en familia a rezar y hacer ofrendas. Todos nos miraban y sonreían. Los monjes de túnica azafrán, sentados en esteras en el suelo, dirigían los rezos. Hacía un calor húmedo y pegajoso y bebimos unos cocos fresquitos, guardados en nevera.


En la montaña vimos un par de cuevas donde se amontonaban los huesos de cadáveres del genocidio provocado por Pol Pot. Huesos y calaveras almacenadas en una urna grande de alambre, con una descripción en alfabeto khmer. Los habían guardado con llave porque mucha gente que ignoraba qué había sido de sus familiares o dónde estaban sus restos, acudían al lugar a llevarse algún hueso. Formaba parte de la historia oscura del país. Un gran Buda reclinado descansaba en la cueva, un símbolo de los tiempos de paz. Un gran Buda reclinado descansaba en la cueva, un símbolo de los tiempos de paz. Un gran Buda reclinado descansaba en la cueva, un símbolo de los tiempos de paz.



Como colofón final del día hicimos un trayecto en un pequeño “tren de la jungla”. En realidad, era una plataforma de madera sobre ruedas, que avanzaba sobre los rieles con ayuda de un motor. Allí subimos nosotros cuatro, las dos motocicletas y el conductor. Avanzaba rápido chirriando las ruedas con los raíles metálicos. Recordaba las rudimentarias vagonetas de los mineros, pero la plataforma era plana sin paredes ni barandillas para apoyarse.

Como era vía única solo se podía circular en una dirección. Pero encontramos otro tren en dirección contraria. Ambos disminuyeron la velocidad al verse y nos quedamos uno frente a otro. Hubo unos momentos de vacilación, a ver quién desmontaba su tren, y nos tocó a nosotros. Bajaron las motos y quitaron la plataforma y las ruedas. El trayecto duró unos veinte minutos, y aún encontramos otro tren de frente. Pero esta vez les tocó desmontar el tren a los otros.



Viaje y fotos realizados en 2001