lunes, 18 de marzo de 2019
EL PUENTE COLGANTE
sábado, 19 de agosto de 2017
EL PARQUE NACIONAL LOPÉ
En la estación Owendo de Libreville
cogimos un tren nocturno hasta Lopé, un trayecto de seis horas. Llegamos
de madrugada y nos dijeron que tuvimos suerte porque a veces había retrasos de
horas porque se daba prioridad al tren que transportaba manganeso. Gabón era
el primer productor mundial de manganeso. Era el inconveniente de tener tramos
ferroviarios de una sola vía.
Nos alojamos en el
Hotel Lopé con tres pabellones de cañizo y tejados triangulares, y habitaciones
dispuestas alrededor de un jardín. El pueblo de Lopé parecía el viejo oeste
americano, con anchas calles arenosas y polvorientas, con casitas de tablones
de madera como pequeños ranchos con porche, muy dispersas. Muchas eran pequeños
colmados que vendían un poco de todo: pasta, galletas, bombillas, artículos de
higiene, latas de carne y sardinas, entre otras cosas.
El Parque
Nacional Lopé era Patrimonio de la Humanidad. Contratamos un safari
de caminata por la sabana y una excursión de dos días por el parque. Fuimos en
un jeep abierto. Entramos en una zona de sabana con hierba alta amarilla. La
pista tenía baches y estaba hundida por las ruedas y las lluvias, íbamos dando
botes. El primer encuentro fue con una manada de búfalos, con sus crías.
Se quedaron mirándonos fijamente unos momentos y corretearon un poco. Los
seguimos hasta que volvieron a parar, varias veces. Tenían cuernos pequeños y
unos pájaros sobre el lomo, descansando plácidamente.
Luego vimos una
familia de elefantes. La hembra paseaba con su cría. El macho tenía la
piel con manchas de barro. Estuvimos un buen rato observándolos. Movían sus
orejas y comían brotes verdes con la trompa, indiferentes a nuestra presencia.
Para la excursión de dos días fuimos en un Toyota. Nuestro guía se llamaba Saturno, como el planeta. Fuimos por una pista roja con selva a ambos lados, hasta llegar al campamento Mikongo. Tenía bungalows de madera, rodeados de bosque selvático.
Desde allí emprendimos una marcha a pie. Seguimos un sendero de hojarasca y raíces, paralelo al río. Luego nos desviamos. Los árboles eran altísimos y las copas formaban una verde bóveda sobre nosotros. Había gigantescas ceibas, con la base del tronco triangular. Algunos troncos estaban forrados de plantas trepadoras y tenían largas lianas que buscaban la humedad del suelo. Había un olor dulzón de putrefacción de las hojas del suelo. Oíamos cantos de pájaros tropicales y el silencio roto por el crujir de nuestros pasos. Saturno iba cortando las ramas que cerraban el camino.
Vimos unos monos
de larga cola en lo alto de los árboles, saltando de rama en rama. Queríamos
ver gorilas y un momento emocionante fue cuando encontramos excrementos
frescos de gorila y Saturno los examinó. El silencio se hizo más profundo y
todos miramos a nuestro alrededor. Estábamos atentos a cualquier movimiento de
las ramas y la hojarasca. Pero ningún gorila apareció, tal vez nos espiaran
desde la espesura. Seguimos la marcha y en un claro de la selva hicimos un pequeño
picnic. Por la tarde tuvimos nuestra recompensa. De repente Saturno se paró,
nos quedamos inmóviles y señaló un árbol. Se movieron las ramas y vimos
descender una masa negra, emitiendo algún gruñido de aviso. Dijo que era la
hembra. De otro árbol cercano descendió por el tronco el gorila macho. A este
lo vimos mejor, pero fue muy rápido. Huyeron por tierra en la espesura del
bosque.
Nos sorprendió que
los gorilas estuvieran en los árboles; solo subían para comer brotes, solían
caminar por tierra. Con su peso de más de 100kg rompían las ramas. Habíamos
visto gorilas en su hábitat, pero había sido una visión demasiado rápida y fugaz.
La naturaleza tenía sus propias leyes. Tras seis horas de marcha regresamos al
campamento Mikongo y nos dimos un baño en un recodo del río. En el campamento no
había electricidad ni agua corriente. Cenamos pollo con arroz y verduras, a la
luz de las velas. Y dormimos muy bien en las cabañas en el corazón de la selva
gabonesa.
miércoles, 27 de octubre de 2010
LOS PINÁCULOS DE ZHANGJIAJIE
miércoles, 11 de mayo de 2005
EL DELTA DEL ORINOCO
Tras varias horas de navegación nos
detuvimos en un campamento. Una de las mujeres nos preparó la comida. Se sentó
en el embarcadero y con un machete grande empezó a quitarle las escamas a un
gran pescado. Preguntamos el nombre y dijo que era un “morocoto”. Acompañaron
el pescado con arroz, fríjoles y banana frita. Luego nos tumbamos en las
hamacas.
Cogimos de nuevo la barca y nos adentramos
en canales más estrechos. En esos caños la vegetación de las orillas es
exhuberante y está más próxima. Vimos delfines oscuros, jugando y
saltando. Eran tan rápido y tan imprevisible el lugar por donde asomarían que
aunque les seguimos con la barca no pudimos fotografiarlos. Encontramos una
tortuga pequeña posada sobre el tronco cortado de una palmera. En seguida se
sumergió al acercarnos.
Paramos en uno de los caños más angostos y bajamos a tierra, pisando terreno pantanoso. El barquero nos mostró la planta del cacao, el árbol del palmito, las toronjas, ají picante y unos frutos rojos pequeños que se usaban como colorante. Vimos tarántulas, escondidas en una planta tipo palmera baja. Era negra y peluda, más grande que mi mano. Estábamos junto a ella y nos agachamos para verla mejor, aunque con precaución. Pero Luis, nuestro barquero, colocó su mano a un centímetro de la tarántula y ni se inmutó. Dijo que si no se la atacaba no hacía nada. La tarántula nos ignoró, pero los mosquitos del pantanal nos acribillaron.
Visitamos una comunidad de los indios warao.
Leímos que “wa” significa “canoa” y “rao” significa “hombre”. Esas comunidades
solían estar aisladas por familias, repartidas en las orillas del Orinoco. En
todas se distinguían las hamacas colgantes, meciéndose con alguien que
contemplaba el paso del río y del tiempo. En la aldea subimos a una curiara
a remo, la embarcación tradicional tallada en un tronco vaciado. Fue muy
relajante deslizarnos con la curiara por el río, en el silencio de la jungla,
contemplando el reflejo de los árboles en la superficie del agua.