La isla de Borneo albergaba muchas maravillas. Desde Kuching fuimos a visitar el Parque Nacional de Bako, uno de los más antiguos en la región de Sarawak. Estaba formado por islas, acantilados, promontorios rocosos y bahías de arena blanca, en la desembocadura de los ríos Bako y Kuching.
En el embarcadero
de Kampong solicitamos el permiso para entrar al parque, pagamos la
entrada y cogimos un barco. En la oficina nos indicaron varias rutas de
senderismo marcadas, con el tiempo de recorrido. El archipiélago de las islas
Perhentian estaba formado por dos islas principales: Pulau Perhentian Kecil
(la pequeña) y Pulau Perhentian Besar (la grande).
Empezamos por el camino Sapi hasta lo alto de la colina, desde donde había una panorámica de la playa de la isla, con un denso palmeral y vegetación. El Camino Kecil y Besar atravesaba la jungla con pasarelas sobre terreno pantanoso. Vimos las temidas sanguijuelas, que chupaban la sangre y que solo podían desprenderse del cuerpo quemándolas con un cigarrillo.
Había manglares
y raíces de árboles entrecruzadas en el suelo formando un entramado. Gran
parte del camino era sombreado y solo se filtraban unos rayos de sol a través
del follaje. Observamos los bichitos: orugas, ciempiés, mariposas, hormigas
gigantes, arañas.
A la playa de
Besar no se podía acceder pues un cartel advertía que bajar por el
acantilado no era seguro y podía resultar peligroso. La contemplamos desde
arriba. Luego fuimos a la playa de Kecil, preicosa y salvaje, una bahía
grande bordeada por vegetación frondosa y con rocas de formas caprichosas. Atamos
las mochilas a una rama, por si venían monos, y nos montamos un picnic con los
víveres que llevábamos. Allí nos zambullimos en el agua y nos dimos unos baños
deliciosos.