miércoles, 11 de octubre de 2000

EL PARQUE NACIONAL TSINGY

El Parque Nacional de Tsingy de Bemaraha era el más grande de Madagascar. Había dos circuitos posibles: el Gran Tsingy de 4 horas de recorrido y el Pequeño Tsingy de 2 horas. Hicimos los dos circuitos acompañados por un guía del parque.

El coche nos dejó frente a una pared de vegetación verde y comenzamos nuestra excursión. Atravesamos una zona de bosque tropical con mucha hojarasca seca en el suelo y lianas retorcidas. Vimos bastantes animales: ardillas, salamandras grandes, pájaros y lémures.


Leímos que los tsingys eran mesetas cársticas en las que las aguas subterráneas habían socavado las tierras altas elevadas, y creado cavernas y fisuras en la piedra caliza. La peculiaridad del parque eran esas formaciones geológicas de pináculos de piedra calcárea, originados por la erosión. El bosque de pináculos de piedra tenía paredes de 30 o 40 m de altura.

Formaban un laberinto que recorrimos como hormiguitas. El guía nos colocó un arnés de escalada con mosquetones de seguridad. Había algunas pasarelas, troncos y escaleras metálicas clavadas en la roca para poder ascender. Recorrimos pasadizos estrechos, por los que pasábamos de perfil, y desfiladeros que formaban grutas. Fue divertido.



El camino no era demasiado difícil, pero exigía concentración para no herirse con los bordes de afilada piedra que nos rodeaban. De hecho, me desgarré el pantalón con una arista. Constantemente había que trepar, bajar y saltar apoyándose en las piedras y manteniendo el equilibrio en posiciones difíciles. Nosotros llevábamos botas de montaña, pero nuestro guía llevaba chancletas y se movía con la misma agilidad que si pisara arena.

El mirador principal era una pequeña pasarela de madera en las alturas, en medio de los picos de piedra. Unas vistas espectaculares. Allí nos quedamos un rato contemplando las formas de las piedras calcáreas, ente las copas de los árboles y bajo un sol de justicia. Una maravilla natural y un paisaje extraño, de cuento de hadas. Otro de los atractivos naturales de Madagascar.



domingo, 8 de octubre de 2000

LA AVENIDA DE LOS BAOBABS


La Avenida de los Baobabs de Morondava justificaba por sí sola el viaje a Madagascar. Los baobabs aparecían a ambos lados de una pista de tierra roja. Eran árboles altos, con flores amarillas, y contenían agua en su interior. Cuando llegamos un rebaño de cebús pastaba en una campiña verde con flores lilas, junto a una charca. Un niño de unos diez años era el pastor, y dirigía a los cebús con una vara.


Había baobabs de todos los tamaños y grosores. Medimos con los brazos el diámetro de un baobab grande: seis personas con los brazos extendidos, unos dos metros. La figura de una persona se veía diminuta comparándola con los troncos. Las ramas cortas se retorcían en formas caprichosas contra el cielo azul. 


Los troncos de corteza grisácea pasaron a ser dorados en la puesta de sol. Vimos todos los cambios de tonalidad de la luz entre los árboles. El disco del sol cambió de amarillo a naranja y a rojo fuego hasta desaparecer. Regresamos en silencio, envueltos en una luz violeta oscuro, y llegamos a Morondava ya de noche.

sábado, 7 de octubre de 2000

LA COSTA DE IFATY


Desde Toliara fuimos a Ifaty por una pista arenosa. Nos alojamos en un bungalow del hotel Mora-Mora, frente al mar. Recorrimos la playa paseando en ambas direcciones y dándonos baños en el trayecto. Vimos pescadores arrastrando las redes a mano y recogiendo el pescado aleteante en un saco. Las mujeres y niños recogían conchitas para hacer collares y adornos. Otros se dedicaban a vaciar erizos de mar y guardar la carne anaranjada del erizo en un recipiente de plástico.

Muchos niños se bañaban en el mar jugando entre risas, mientras su piel brillaba como madera barnizada. El agua estaba verdeazulada y tranquila como una balsa. Era una laguna que formaba la barrera de coral y a lo lejos, en la línea del horizonte se veían romper las olas blancas contra el coral. 




Pasaban barcas de velas remendadas de color pergamino, y barcazas con la silueta del remero recortándose contra el mar. El pueblo de Ifaty estaba formado por unas cuantas chozas de caña, era donde se encontraban más barcos, la mayoría de madera envejecida, y otros pintados de color verde y azul.

Paseamos por el bosque de espinos y baobabs. El bosque era bastante seco y predominaban los cactus espinosos con formas retorcidas. Entre ellos había algunos baobabs solitarios. Vimos el baobab más grande de la zona. El perímetro de su tronco era el de cuatro personas con los brazos extendidos. En el tronco grisáceo había unas hendiduras que permitían ascender. Las ramas del baobab estaban retorcidas, como expresando su sufrimiento por la sequía del terreno. 





Otro día fuimos a hacer snorkel en una piragua con vela. El mar estaba tranquilo, nos acercamos a la línea donde rompían las olas y nos sumergimos. Entre los corales predominaba la que llamamos la rosa del desierto. Había peces listados, con rayas amarillas y negras, otros pequeños azul cielo y unos amarillos alargados llamados pez trompeta. Era divertido seguirlos entre el laberinto de corales hasta que nos despistaba y los perdíamos de vista.

Fueron días de baños, sol, paseos y descanso en hamacas o bajo la sombra de algún árbol. En los atardeceres contemplamos las puestas de sol, con el disco de sol naranja engullido por la línea azul del horizonte, mientras se deslizaba la silueta de alguna barca. Para rematar el día las cenas eran deliciosas, con mezcla de cocina malgache y francesa: sopas de pescado muy sabrosas, pan de ajo, pescado con patatas y pimientos rojos y crepes de azúcar. 



lunes, 2 de octubre de 2000

EL PARQUE NACIONAL ISALO

Desde Ranohira visitamos el Parque Nacional Isalo. Salimos del pueblo y nos dirigimos hacia la extensa pared de piedra que formaba el parque nacional. Decían que la piedra arenisca había sido esculpida por el agua y el viento con formas caprichosas y curiosas. La roca grisácea tenía vetas amarillas y anaranjadas, como de óxido. El paisaje era bastante seco y en algunos tramos casi desértico. En Madagascar la tala de árboles había sido devastadora. 

Los estrechos senderos serpenteaban por valles entre montañas rocosas, entre hierbas altas y campos de trigo. Tuvimos suerte y vimos dos lemures, animales característicos de Madagascar. Eran como monos pequeños, de pelo blanco, Uno de ellos llevaba a su cría en la espalda. Desaparecieron pronto. También vimos baobabs enanos, con el tronco redondeado y flores amarillas. El interior del baobab era un reservorio de agua.

Subimos por un barranco, saltando por las rocas junto a un río. A las dos horas de marcha llegamos a las cascadas Namaza. Nos sumergimos en sus aguas heladas con gran placer. La cascada no era muy alta, pero formaban un estanque de aguas verdes y tranquilas. 


Luego andamos más de una hora hasta llegar a la Piscina Natural Paraíso. Apareció de repente, en una hondonada de una zona especialmente seca, como un oasis. Era un estanque natural de aguas verdosas, rodeado de vegetación, palmeras y helechos. La roca descendía gradualmente hasta el agua. La cascada era más alta que la Namaza, y el agua caía con más fuerza. Nos pusimos debajo y nos masajeó la espalda y las lumbares, como si fuera un jacuzzi. En el remanso el agua estaba tan tranquila que solo nadamos a braza, deslizándonos suavemente. Después del baño nos cominos los bocadillos que llevábamos con apetito y nos tumbamos al sol. Nos despedimos con pena de aquel lugar, de gran belleza.




sábado, 30 de septiembre de 2000

ANTANANARIVO

Madagascar era la cuarta isla más grande del mundo, después de Australia, Islandia y Borneo. Estaba situada frente a las costas de Mozambique, en pleno Océano Índico. Viajamos en el año 2000  y comprobamos que era un país africano diferente y con muchos atractivos. Antananarivo, abreviada Tana, era la capital de Madagascar. La ciudad estaba construida sobre varias colinas alrededor del Lago Anosy.

El Lago Anosy estaba precioso, bordeado por jacarandos de flores lilas, algunos sauces llorones y otros altos árboles Se veía basura en las orillas, pero no las cantidades que vimos en los viajes posteriores que hicieron otros amigos. En el centro tenía una isla  con un Monumento a los combatientes de la I Guerra Mundial. Accedimos a la isla por un puente, y contemplamos la ciudad desde el centro del lago.



Desde el Parque de la Plaza de la Independencia había buenas vistas. Bajamos un montón de escaleras hasta llegar al Mercado Zoma. Antes era mucho más grande con cientos de puestes con parasoles. Pero por la inseguridad los habían reducido bajo la estructura del mercado, con tejadillos triangulares. Había mucha animación y se vendía de todo. La población local, los malgaches, nos sonreían y nos ofrecieron vainilla y especies, mango, fósiles, o piedras semipreciosas. En el Mercado de Anchove estaban las tiendas de artesanía.





En una colina estaba el antiguo Palacio de Rova, el Palacio de la reina. Fue quemado en 1995 en las protestas de las elecciones y solo se conservaba la estructura externa, un cuadrilátero con ventanas arqueadas y cuatro torres en los extremos.

Otro Palacio cercano fue la Residencia del Primer Ministro. Esta reconvertido en Museo y se exhibían colecciones de objetos que se salvaron del incendio y algunas fotografías antiguas. Estaba el Trono de la Reina, su palanquín, su corona y ornamentos, joyas, sables labrados, fotos de las reinas sucesivas, los embajadores en el extranjero y el Tratado de paz con los franceses después de la guerra. Fue una visita interesante.

Bajo el protectorado francés, entre 1882 y 1897, se abolieron la esclavitud, las castas y la monarquía. La última reina de Madagascar fue Ranavolona IIISe conservaban restos de la época colonial francesa, como el bonito edificio de la Estacion de Ferrocarril Soarano con un reloj central o la Catedral Católica de Andohalo, del s. XIX y dedicada a la Inmaculada Concepción. Era de arquitectura románica, con dos torres laterales.



(Foto cortesía de wikimedia)

domingo, 8 de noviembre de 1998

OTRAS IGLESIAS ETÍOPES

La Iglesia subterránea Adadi Marian estaba cerca de Addis Abeba, a unos 60km. Estaba excavada en roca de tipo volcánico. Alrededor de la iglesia una zanja la separaba de la pared rocosa, y unas escaleras permitían el descenso. 

Tenía varias puertas en forma de arco, pero la construcción era bastante rústica. El interior estaba bastante vacío, solo habían colgado imágenes religiosas. Una bonita iglesia rupestre.

Desde Lalibela fuimos caminando a visitar el Monasterio Nakutalapa, a unos 8km. Estaba adosado a una pared rocosa y construido en una cueva. Era rectangular y de paredes blancas. La roca protegía el monasterio como una gran bóveda. Unos saltos de agua de manantiales llenaban pequeños estanques que se consideraban sagrados. 

El suelo estaba cubierto de paja, con alguna alfombra. Vimos los tambores rituales y un atril con libros sagrados. Un monje nos enseñó los tesoros del monasterio: una Biblia antigua, la cruz procesional, la llave de hierro, un tríptico de madera con grabados religiosos y otro libro antiguo encuadernado en piel.