En Merrion Square vimos los antiguos edificios georgianos de ladrillo rojo. Destacaban sus puertas de colores vivos con adornos de bronce dorado y un semicírculo en la parte superior. Alrededor había jardines y era una zona tranquila, sin apenas coches. Algunas de las casas eran Colleges, como la antigua casa de Oscar Wilde. En los jardines vimos la estatua del escritor tumbado sobre una roca, contemplando la vida de los dublineses con expresión irónica.
jueves, 20 de mayo de 2004
DUBLIN Y SUS ENCANTOS
miércoles, 24 de septiembre de 2003
LOS ATOLONES DE LAS MALDIVAS
“Cuando Marco Polo, en uno de sus viajes por los
más exóticos rincones del planeta se encontró en el Océano Índico, con un archipiélago
formado por cerca de 1200 islas, las denominó Flor de las Indias. Tal es la
belleza de las Maldivas, cuyo verdadero nombre significa en sánscrito
<guirnalda>”. Eso leí en una propaganda de viajes.
Volamos desde Colombo, en Sri Lanka, hasta Male, la capital. Un trayecto de una hora. De las 1200 islas sólo 200 están habitadas por comunidades tradicionales de pescadores, y unas 90 están dedicadas al turismo. Fue invadida sucesivamente por árabes, portugueses, malabares del sur de la India y británicos.
Las Maldivas eran una maravilla natural. La única crítica
que se les podía hacer era que cada isla era un hotel, y excepto los
trabajadores, no veías población local, ni mercados ni vida, a no ser que te
desplazaras a otra isla más grande. Era como estar metidos en una postal, y
nosotros preferimos otro tipo de viaje o combinar unos pocos días con el viaje
a otro país, tal como hicimos.
Las distracciones eran baños en las playas de arena blanca, buceo con tubo y excursiones en barco. Buceando vimos gran variedad de corales y peces rayados de colores. El resto de los días transcurrieron tranquilamente entre paseos, lectura, escribir, hacer fotos, observar a los cangrejos, hacer la siesta, recoger conchas, beber zumos, y contemplar la puesta de sol. Cada día el cielo se ponía violeta, y el sol iba tiñendo las nubes de pinceladas de amarillo y naranja al esconderse. Un cuadro pintado en directo ante nosotros.
Leímos que probablemente estas islas serán cubiertas por el mar dentro de unos sesenta años, dado que su máxima elevación sobre el nivel del mar no sobrepasa los tres metros y medio. Uno de los paraísos que puede desaparecer.
viernes, 19 de septiembre de 2003
LA CIUDAD SAGRADA DE ANARADHAPURA
En el Triángulo Cultural de Kandy compramos los billetes para visitar las tres ciudades antiguas: Sigiriya, Polannaruwa y Anaradhapura, todas declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Alquilamos bicicletas para visitar las ruinas de Anaradhapura. Primero vimos el Isurumiya Vihara, un templo en la roca, con una stupa blanca resplandeciente. Tenía un estanque de aguas verdes en la entrada. Nos descalzamos como siempre para visitarlo. Coincidimos con los estudiantes de un colegio. Todos uniformados de blanco con corbata, y la chicas con largas trenzas negras. Su profesor era un lama de túnica naranja.
En el recinto del templo había un pequeño museo con apsaras, las deidades de la mitología hindú labradas en piedra, y la escultura llamada “los amantes”, del s. V a.C. El relieve de las figuras de la pareja estaba muy bien conservado.
De allí fuimos al Árbol Sagrado de Buda. Decían que era el árbol más antiguo del mundo, con sus 2000 años. Era un auténtico santuario con miles de peregrinos en los pabellones de alrededor. El árbol con ramas independientes que parecían otros árboles, apenas se distinguía, porque habían construido el santuario central a su alrededor y tenía una reja dorada.
Los devotos hacían ofrendas de flores de lotos blancos y lilas, y cuencos de arroz. Había mujeres con saris blancos y el pelo recogido en una trenza o un moño. Muchos encendían velas en las estructuras de hierro forjado, donde bailaban las llamitas oscilantes. También vimos lamas de túnica naranja azafrán o granate, y algún santón de barbas crecidas, con sus rosarios a modo de collares, y su bastón.
Cerca estaba el Brazen Palace, del que se conservaban muchas columnas. Decían que el palacio había sido el alojamiento de 1000 monjes y sus asistentes. Siguiendo el camino con las bicis encontraos las Dagoba Ruvanselisaya de 55m de altura, y la Dagoba Thuparama de 19m de altura y la más antigua de Anaradhapura.
Después vimos la Samadhi Buda, una estatua de un Buda sentado, del s. IV a. C. En el estanque Kutten Pokuna bebimos y descansamos. La mujer del puesto cosía a máquina y hacía bolillos. Le compramos un colorido cojín cosido con retales tipo pachtwork. En el extremos norte estaba el Mahasen’s Palace y el Raknaprasada, otro palacio con los guardianes de piedra estaban muy bien conservados. La ciudad antigua de Anaradhapura merecía la visita, por el lugar y por ver el ambiente de santones y peregrinos.
