jueves, 16 de mayo de 2019

PRIZREM

 

Prizren tenía fama de ser la ciudad más bonita de Kosovo, y comprobamos que así era. Nos pareció una ciudad pintoresca con encanto. El casco antiguo de calles empedradas se extendía en las dos orillas del río Bistrica. Entre los tejadillos de tejas rojas de las casas escalonadas, asomaba la Mezquita Sultán Pachá con su alto minarete. Y en la cima de la colina estaba la gran Fortaleza Kaleja, cuyos muros vigilaban la ciudad. 

Varios puentes cruzaban el río. El más bonito era el Puente de Piedra de la época del Imperio Otomano. Era una reconstrucción del original del s. XVI, que en 1979 fue arrastrado por una riada. Otro puente metálico estaba pintado de azul y repleto de candados con promesas de amor. Algunos troncos de árboles estaban envueltos en tapetes de ganchillo con flores, una curiosidad. Numerosos cafés tenían terrazas en las orillas. 

Visitamos la Mezquita Sinan Pachá, con una gran cúpula azul y un minarete de 43m de altura. Se construyó en 1615, aunque fue restaurada posteriormente con fondos turcos. El interior tenía bonita decoración, con ventanales, el mirhab central, inscripciones y dibujos geométricos y florales en la bóveda.



Callejeamos por el centro histórico lleno de pequeños comercios como joyerías, tiendas de frutos secos, artesanía, cafeterías y heladerías. Muchos restaurantes eran de tipo turco, de kebabs y carne a la parrilla. En la plaza había varias casas Art Decó de 1930, pintadas de color granate y crema. Solo tenían dos pisos, con comercios en la planta baja.






También había varias iglesias ortodoxas, la más importante y bonita, la Iglesia de Nuestra Señora de Ljevis, Patrimonio de la Humanidad, con frescos en su interior. Otras eran la Catedral ortodoxa de San Jorge, la Iglesia del Divino Salvador,



Por detrás de la mezquita había una subida empinada hasta la Fortaleza Kalaja. Se construyó en el período bizantino, aunque fue ampliada durante el siglo XIV cuando Prizren era capital del Imperio Serbio. Conservaba la muralla en la cima de la colina, dominando la ciudad, algún torreón, los muretes y las casamatas donde vivían los soldados. Había un túnel secreto que permitía a los soldados y habitantes de la Fortaleza bajar al río para aprovisionarse de agua en caso de asedio. 

Las vistas panorámicas de 180º eran espectaculares: un puzzle de tejadillos rojos del casco histórico con los minaretes de las mezquitas asomando entre ellos. Alrededor se extendía la ciudad nueva con edificios más altos.





Llegamos al extremo de la ciudad, donde el río Bistrica formaba un pronunciado meando. Una feria con autos de choque se había instalado allí junto al río. Había jardines y terracitas, y las familias de Prizrem paseaban por la zona. Al atardecer nos sentamos en una terracita junto al río y contemplamos como el sol iluminaba los tejadillos. Con la iluminación nocturna parecía una ciudad de cuento oriental.

Probamos el Ajnam, el yogurt líquido, la cerveza Peja y el tradicional Urnebes una especie de ensaladilla compacta hecha una bola y con especias picantes. Disfrutamos de la ciudad y fue la base para visitar el Monasterio de Graçanica.

miércoles, 15 de mayo de 2019

MONASTERIOS DE KOSOVO

 


En la entrada había un puesto de soldados de la KFOR (Kosovo Force) encargados de la seguridad, protegían al Monasterio de cualquier intento de ataque o vandalismo. Era el ejército multinacional que puso la OTAN, con militares eslovenos e italianos. Se debía a la conflictiva situación política en Kosovo, que Serbia considera su provincia meridional. Kosovo declaró su independencia el 17 de febrero de 2008, reconocida por algunos estados y por otros no. Nos pidieron el pasaporte, se lo quedaron durante la visita y nos dieron credenciales para entrar. Fueron simpáticos y amables. Lo visitamos totalmente solos, no había turistas.

El Monasterio Visoki Dečani era del s. XIV, Patrimonio de la Humanidad. Estaba en una colina boscosa de castaños. Fue fundado por el rey Serbio Stefan Uros III Dečanski en 1327, y continuado por su hijo Stefan Dusan. Un monje franciscano, de la ciudad montenegrina de Kotor, se encargó de la dirección arquitectónica. La Iglesia era de estilo románico y gótico. El monasterio fue sepulcro real de monarcas serbios, sobrevivió a la ocupación otomana y aunque sufrió saqueos no tuvo daños estructurales.



Una puerta arqueada daba acceso al Monasterio de piedra arenisca. A la izquierda estaban las habitaciones de los monjes en un edificio blanco con vigas de madera oscura. Preguntamos cuantos monjes vivían allí y nos dijeron que 20 monjes. El interior tenía preciosos frescos murales. Era ortodoxo, con la sacristía cerrada con las reliquias guardadas. Entre los frescos vimos a San Jordi a caballo pisando al dragón.


Otro día fuimos desde Pristina al Monasterio Graçanica del s. XIV, una de las obras maestras de la Edad Media de los Balcanes. También era Patrimonio de la Humanidad. Fue construido por el rey serbio Stefan Uros II Milutin. El hostigamiento de los otomanos continuado hasta casi el inicio del s. XVIII provocó daños en varias ocasiones. Los ojos de muchas representaciones estaban rallados, leímos que los turcos lo hicieron para que las deidades ortodoxas no los observaran.

El exterior del Monasterio era de piedra y ladrillo rojizo. El interior estaba repleto de frescos murales con representaciones bíblicas del infierno y el paraíso. El guía cuidador del monasterio nos dio explicaciones sobre los frescos amablemente. El monasterio lo cuidaban unas monjas. Hablé con una de ellas en la tienda de recuerdos. Me contó que en él vivían unas 20 monjas, y era un monasterio vivo, pues cada día se celebraba servicio religioso, aparte de su valor artístico y simbólico.




martes, 14 de mayo de 2019

EL ENCANTO ALBANÉS DE GJIROKASTRA




Para llegar a Gjirokastra desde Korça, atravesamos las montañas Gremaz, bonitos paisajes alpinos con bosques y puertos de montaña a 1759m., por una carretera de curvas. Luego descendimos al valle Vjose hasta Permeti, pasando por la garganta del río Vjose, de aguas verde claro. Gjirokastra (o Gjirokaster) era un pueblo con encanto Patrimonio de la Humanidad, con antiguas casas otomanas del s.XI, de madera y piedra blanca, con techos de piedras planas apiladas y calles empedradas. Las casas-torre tenían de tres a cuatro plantas y se llamaban kules, de origen turco y típicas de los Balcanes. La base era alta, con planta baja para el invierno y segunda planta para verano, balcones y múltiples ventanas interiores decoradas con motivos florales. El nombre de Gjirokastra en griego significa “castillo de plata”. Fue cuna del escritor Ismail Kadaré y del dictador Enver Hoxha.




Nos alojamos en una preciosa y acogedora casa medieval, con vistas a la montaña y terraza con panorámica de la ciudad. La habitación era enorme, con chimenea, hornacinas en la pared, kilims colorido, techos de madera y asientos otomanos con cojines bajo las ventanas para sentarse a leer. Salimos a callejear y subimos al Castillo del s.XV. Se utilizó como prisión, luego lo ocuparon los nazis y posteriormente los comunistas. El interior estaba muy bien conservado, con altísimos arcos. En una de las galerías exhibían 22 cañones a cada lado. En el patio de la Fortaleza había un avión americano que aterrizó en Tirana en la época comunista. Dentro del recinto estaba el Museo de Armamento y el de Historia. El museo de Historia nos gustó más, con trajes antiguos y detalles sobre el país. Había una zona dedicada a las prisiones de la época comunista, mostrando las celdas o mazmorras en los largos y laberínticos pasillos. Era sobrecogedor imaginar el frío y las penurias a las que estuvieron sometidos.





Había varias casas museo. La Skendeli House del s.XVIII, tenía numerosas habitaciones, 64 ventanas, 40 puertas, 9 chimeneas, 5 hammams y pasadizos secretos. La habitación más grande era la de los huéspedes y ceremonias como la pedida de mano, con divanes laterales y chimenea decorada con pinturas florales y granadas, el símbolo de la fertilidad y la prosperidad. Todo esto nos lo explicó el dueño de la casa, que vivió treinta años allí con su familia. Los comunistas le expropiaron la casa y en el 91 se la devolvieron.


El Museo Etnográfico estaba ubicado en otra casa histórica de 1870. Había sido propiedad de una familia de mercaderes y después la casa de Hoxha. Tenía 40 habitaciones, 34 puertas y 50 ventanas. Estaba muy decorada y con detalles como la cocina con sus cacharros, piedras de moler, cunas, kilims, chimeneas adornadas con telas de puntillas, baúles.



La tercera casa museo fue la Zekate House, de 1811. Era la más grande, inmensa con sus cuatro pisos. Fue un regalo del emir turco Alí Pasha a la familia Zeko, que todavía vivía allí, en una construcción de piedra anexa. También tenía grandes habitaciones con muchas ventanas con visillos blancos y divanes para hombres y mujeres, con multitud de alfombras de colores. Además, visitamos la casa del escritor Ismail Kadaré que tuvo que exiliarse a París. La habían restaurado en estilo moderno y estaba dedicada a su obra.


Callejear por la medieval Gjirokastra descubriendo sus casas y rincones fue un auténtico placer y una forma de adentrarnos en la historia de Albania.



© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego
   Texto y fotos

lunes, 18 de marzo de 2019

EL PUENTE COLGANTE

En el viaje por Costa de Marfil cruzamos un puente colgante de lianas evocador de aventuras africanas. Para llegar atravesamos varias aldeas con casas de adobe entre plataneros y caminos de tierra roja, con montones de niños jugando por los alrededores. Desde Man partimos hacia a Danane, a 65km. y luego a Vatuo. Allí estaba el puente sobre el río Cavaly. El río arrastraba aguas lodosas color café con leche. 









Las gruesas lianas estaban sujetas a dos grandes árboles de nudosas raíces que se aferraban a la tierra de la orilla. Las lianas eran rígidas y formaban un entramado de red sobre el río. Pasaban mujeres cargando palanganas sobre la cabeza, y algún niño llevando a sus espaldas un enorme racimo de plátanos. El puente formaba un estrecho paso central, con espacio mínimo para colocar la planta del pie. Todos iban descalzos, y nos dijeron que era tradicional descalzarse para cruzarlo. Oscilaba menos de lo que podía imaginarse, pero nosotros tuvimos que sujetarnos a los laterales del puente para mantener el equilibrio.




Las gruesas lianas estaban sujetas a dos grandes árboles de nudosas raíces que se aferraban a la tierra de la orilla. Las lianas eran rígidas y formaban un entramado de red sobre el río. Pasaban mujeres cargando palanganas sobre la cabeza, y algún niño llevando a sus espaldas un enorme racimo de plátanos. El puente formaba un estrecho paso central, con espacio mínimo para colocar la planta del pie. Todos iban descalzos, y nos dijeron que era tradicional descalzarse para cruzarlo. Oscilaba menos de lo que podía imaginarse, pero nosotros tuvimos que sujetarnos a los laterales del puente para mantener el equilibrio.



 Llegamos a la otra orilla y vimos un grupo de mujeres lavando ropa. Se agachaban y la golpeaban con energía. La transportaban en grandes palanganas sobre la cabeza. Luego extendían la ropa en la hierba para que se secara al sol. Con sus vestidos estampados formaban una escena de gran colorido.




Luego fuimos al bosque tropical sagrado Saigne, habitado por numerosos monos. Había varios bosques sagrados por todo el país. Les ofrecimos a los simios bananas cortadas, y desde las ramas bajas las cogían de nuestra mano. Estuvieron un rato jugado con nosotros hasta que se saciaron de comer bananas y treparon a las ramas altas. Fue un día relajado y estupendo en el viaje por Costa de Marfil.



© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego