sábado, 18 de mayo de 2019

LA SKOPJE MONUMENTAL


Skopje era la capital de Macedonia, una ciudad monumental con edificios nobles de estilo neoclásico. Al entrar en la ciudad cruzamos la Porta Makenodija, un Arco del Triunfo pintado de blanco. La Plaza Skandeberg tenía una estatua ecuestre dedicada al héroe nacional. Otra plaza bonita era la Plaza Aleksander.


Varios puentes atravesaban el río Varda. El llamado Puente de las Artes tenía esculturas de pintores, escritores, músicos, actores y otros artistas, con su placa identificativa. El Puente de la Historia tenía esculturas de reyes macedonios y personajes históricos. Contamos 15 esculturas a cada lado. Otro puente de piedra era el Kameni Most con arcos.





Los edificios también tenían estatuas en la fachada, a veces en la planta superior del edificio o cariátides sosteniendo las columnas. Había una Fuente con estatuas dedicadas a la maternidad. Los peatones eran diminutos antes las proporciones de las estatuas. Todo era colosal.


En la ribera del río había atracadas dos goletas antiguas de madera oscura. Eran barcos de otros tiempos, reconvertidos en restaurantes y bares. Por la noche se iluminaban los barcos, los puentes, los edificios y el Castillo.

 

El Bazar Turco (Carsija) era entrar en otro mundo. Calles estrechas y laberínticas, repletas de cafés con terrazas, joyerías y pequeños comercios de recuerdos, Entramos en algunas Mezquitas y reposamos a la sombra de sus jardines, mientras algunos fieles se lavaban los pies en la fuente de la mezquita. 

Vimos el Hamán restaurado y cerrado. En otro antiguo hamán habían ubicado una galería d artes, con seis habitaciones con bóvedas con orificios que dejaban pasar la luz. Exponían retratos y fotos de naturaleza. Era un espacio fantástico para una galería de arte.

El Bazar Turco (Carsija) era entrar en otro mundo. Calles peatonales empedradas, estrechas y laberínticas, repletas de cafés con terrazas, joyerías y pequeños comercios de recuerdos, Entramos en algunas Mezquitas y reposamos a la sombra de sus jardines, mientras algunos fieles se lavaban los pies en la fuente de la mezquita. Además de mezquitas, había bonitas iglesias ortodoxas, con cúpulas, donde asistimos a un bautizo.




Visitamos el Museo de Trajes, con fotos del terremoto que arrasó la ciudad en 1963. Y vimos la Casa Memorial de la Madre Teresa de Calcuta, que nació en Skopje, aunque se consideraba albanesa, ya que pertenecía a la minoría albanesa. 

Subimos al Castillo-Fortaleza. En un torreón ondeaba la bandera de Macedonia: un sol amarillo que extendía sus rayos sobre fondo rojo. Una bandera bonita. El Castillo solo conservaba la muralla, los torreones y muretes interiores. Skopje fue una grata sorpresa, una ciudad monumental con historia y atractivo.







viernes, 17 de mayo de 2019

BERAT Y LAS MIL VENTANAS




La “ciudad de las mil ventanas”, así la llamaban, porque todas sus ventanas estaban orientadas en la misma dirección y eran de proporciones similares. Producían un efecto curioso.
Estaba situada junto a un meandro del rio Osuma. C
onsiderada Patrimonio de la Humanidad, con su Castillo y sus casas escalonadas en la colina, entre la verde vegetación, era una de las ciudades más bonitas de Albania. 

A un lado del río estaba el barrio Mangalem, tradicionalmente musulmán, y al otro el barrio Gorica, cristiano. En Mangalem estaba la Mezquita del Sultán, una de las más antiguas de Albania, en restauración. Callejeamos y visitamos el Museo Etnográfico, una casona de piedra del s. XVIII con dos plantas y balcón de madera. El piso superior era la residencia de la familia. La habitación para recibir visitas tenía divanes otomanos, mesas bajas, braseros, chimenea, palmatorias. La habitación del taller mostraba dos telares, ruecas, huso, plancha de hierro, ovillos, tejidos. La cocina era el centro de la casa, con una claraboya en el techo, balanza, chimenea, piedra de moler, sartenes y morteros, entre otros objetos. La parte baja y porche de la casa eran para el ganado y almacén de productos (olivas, aceite, cereales).





Subimos a la Iglesia St. Michael, a media altura de la colina, bajo el castillo. Estaba cerrada, pero el camino era muy bonito entre el verde, amapolas y flores amarillas, y compensaban las vistas.
Tres puentes cruzaban el río Osuma, dos peatonales y uno para vehículos. Uno de los peatonales era el Puente Gorica, de 1780. De piedra con nueve arcos y 130 m. de largo.

Cruzamos al barrio Gorica, donde estaba el Monasterio Spiridon rodeado de cipreses, con frescos originales bastante deteriorados, iconos y un iconostasio restaurado. Recorrimos el barrio paseando sus estrechos callejones blanqueados, con parras.




Subimos al castillo por una cuesta empedrada, bastante empinada. La Kala Ciudadela del s.XIV era impresionante, con 24 torres. El recinto interior era enorme, todo un pueblo de casas blanqueadas. Sus moradores ofrecían bordados, visillos con vainica, mermeladas y compotas artesanales. Vimos la antigua cisterna de aguas subterráneas, la iglesia Holy Trinity y la Acrópolis. Recorrimos la muralla hasta el torreón del promontorio más alejado. Las vistas desde allí eran panorámicas, de las casas y tejadillos de Berat. Una imagen para el recuerdo.
                                                                                                                                                                            
© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego
    Texto y fotos

jueves, 16 de mayo de 2019

PRIZREM

 

Prizren tenía fama de ser la ciudad más bonita de Kosovo, y comprobamos que así era. Nos pareció una ciudad pintoresca con encanto. El casco antiguo de calles empedradas se extendía en las dos orillas del río Bistrica. Entre los tejadillos de tejas rojas de las casas escalonadas, asomaba la Mezquita Sultán Pachá con su alto minarete. Y en la cima de la colina estaba la gran Fortaleza Kaleja, cuyos muros vigilaban la ciudad. 

Varios puentes cruzaban el río. El más bonito era el Puente de Piedra de la época del Imperio Otomano. Era una reconstrucción del original del s. XVI, que en 1979 fue arrastrado por una riada. Otro puente metálico estaba pintado de azul y repleto de candados con promesas de amor. Algunos troncos de árboles estaban envueltos en tapetes de ganchillo con flores, una curiosidad. Numerosos cafés tenían terrazas en las orillas. 

Visitamos la Mezquita Sinan Pachá, con una gran cúpula azul y un minarete de 43m de altura. Se construyó en 1615, aunque fue restaurada posteriormente con fondos turcos. El interior tenía bonita decoración, con ventanales, el mirhab central, inscripciones y dibujos geométricos y florales en la bóveda.



Callejeamos por el centro histórico lleno de pequeños comercios como joyerías, tiendas de frutos secos, artesanía, cafeterías y heladerías. Muchos restaurantes eran de tipo turco, de kebabs y carne a la parrilla. En la plaza había varias casas Art Decó de 1930, pintadas de color granate y crema. Solo tenían dos pisos, con comercios en la planta baja.






También había varias iglesias ortodoxas, la más importante y bonita, la Iglesia de Nuestra Señora de Ljevis, Patrimonio de la Humanidad, con frescos en su interior. Otras eran la Catedral ortodoxa de San Jorge, la Iglesia del Divino Salvador,



Por detrás de la mezquita había una subida empinada hasta la Fortaleza Kalaja. Se construyó en el período bizantino, aunque fue ampliada durante el siglo XIV cuando Prizren era capital del Imperio Serbio. Conservaba la muralla en la cima de la colina, dominando la ciudad, algún torreón, los muretes y las casamatas donde vivían los soldados. Había un túnel secreto que permitía a los soldados y habitantes de la Fortaleza bajar al río para aprovisionarse de agua en caso de asedio. 

Las vistas panorámicas de 180º eran espectaculares: un puzzle de tejadillos rojos del casco histórico con los minaretes de las mezquitas asomando entre ellos. Alrededor se extendía la ciudad nueva con edificios más altos.





Llegamos al extremo de la ciudad, donde el río Bistrica formaba un pronunciado meando. Una feria con autos de choque se había instalado allí junto al río. Había jardines y terracitas, y las familias de Prizrem paseaban por la zona. Al atardecer nos sentamos en una terracita junto al río y contemplamos como el sol iluminaba los tejadillos. Con la iluminación nocturna parecía una ciudad de cuento oriental.

Probamos el Ajnam, el yogurt líquido, la cerveza Peja y el tradicional Urnebes una especie de ensaladilla compacta hecha una bola y con especias picantes. Disfrutamos de la ciudad y fue la base para visitar el Monasterio de Graçanica.

miércoles, 15 de mayo de 2019

MONASTERIOS DE KOSOVO

 


En la entrada había un puesto de soldados de la KFOR (Kosovo Force) encargados de la seguridad, protegían al Monasterio de cualquier intento de ataque o vandalismo. Era el ejército multinacional que puso la OTAN, con militares eslovenos e italianos. Se debía a la conflictiva situación política en Kosovo, que Serbia considera su provincia meridional. Kosovo declaró su independencia el 17 de febrero de 2008, reconocida por algunos estados y por otros no. Nos pidieron el pasaporte, se lo quedaron durante la visita y nos dieron credenciales para entrar. Fueron simpáticos y amables. Lo visitamos totalmente solos, no había turistas.

El Monasterio Visoki Dečani era del s. XIV, Patrimonio de la Humanidad. Estaba en una colina boscosa de castaños. Fue fundado por el rey Serbio Stefan Uros III Dečanski en 1327, y continuado por su hijo Stefan Dusan. Un monje franciscano, de la ciudad montenegrina de Kotor, se encargó de la dirección arquitectónica. La Iglesia era de estilo románico y gótico. El monasterio fue sepulcro real de monarcas serbios, sobrevivió a la ocupación otomana y aunque sufrió saqueos no tuvo daños estructurales.



Una puerta arqueada daba acceso al Monasterio de piedra arenisca. A la izquierda estaban las habitaciones de los monjes en un edificio blanco con vigas de madera oscura. Preguntamos cuantos monjes vivían allí y nos dijeron que 20 monjes. El interior tenía preciosos frescos murales. Era ortodoxo, con la sacristía cerrada con las reliquias guardadas. Entre los frescos vimos a San Jordi a caballo pisando al dragón.


Otro día fuimos desde Pristina al Monasterio Graçanica del s. XIV, una de las obras maestras de la Edad Media de los Balcanes. También era Patrimonio de la Humanidad. Fue construido por el rey serbio Stefan Uros II Milutin. El hostigamiento de los otomanos continuado hasta casi el inicio del s. XVIII provocó daños en varias ocasiones. Los ojos de muchas representaciones estaban rallados, leímos que los turcos lo hicieron para que las deidades ortodoxas no los observaran.

El exterior del Monasterio era de piedra y ladrillo rojizo. El interior estaba repleto de frescos murales con representaciones bíblicas del infierno y el paraíso. El guía cuidador del monasterio nos dio explicaciones sobre los frescos amablemente. El monasterio lo cuidaban unas monjas. Hablé con una de ellas en la tienda de recuerdos. Me contó que en él vivían unas 20 monjas, y era un monasterio vivo, pues cada día se celebraba servicio religioso, aparte de su valor artístico y simbólico.