miércoles, 10 de mayo de 2006

LA IGLESIA DE LA PAZ Y AUSCHWITZ

 

La Iglesia de la Paz en la población de Swidnica era la mayor iglesia barroca de madera de Europa, Conmemoraba la Paz de Westfalia que acabó con la Guerra de los Treinta Años. Conmemoraba la Paz de Westfalia que acabó con la Guerra de los 30 años. Su estructura era de madera y arcilla, en forma de cruz, había sido construida sin ningún clavo en 1656, y tenía más de 28 puertas. Era Patrimonio de la Humanidad. 

La parte exterior estaba pintada de blanco, con vigas de madera atravesadas. Las puertas eran de color granate. Los tejadillos inclinados estaban ennegrecidos por las lluvias. El interior era muy recargado. Tenía palcos laterales como si fuera un teatro, y pinturas murales en paredes y techo. La visitamos totalmente solos. Un lugar especial en medio del bosque, se respiraba tranquilidad y espiritualidad.


En contraste visitamos el Museo de Auschwitz, el campo de concentración y exterminio de la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. Estaba en la población polaca de Oświęcim, a solo 43km de Cracovia. La entrada ya impresionaba. Entre alambradas cruzamos una puerta sobre la que estaba la frase en letras de hierro Arbeit macht frei ("El trabajo os hará libres") Allí una orquesta de músicos prisioneros recibía a los prisioneros recién llegados. 

Se conservaban treinta pabellones de ladrillo rojo, alineados en calles flanqueadas por árboles, en una simetría lúgubre e inquietante. En trece de los pabellones había diferentes exposiciones, con fotografías de los judíos prisioneros, dentro y fuera del campo, mostrando su transformación, y con explicaciones de sus vidas. Había fotos de gente en Varsovia y de la deportación de millones de judíos en trenes. En una delas exposiciones, en la penumbra se oía el ruido mecánico de un tren y te imaginabas el viaje hacia el infierno. En aquel campo habían asesinado a 1,5 millones de personas. Tremendo.

Mostraban las literas de tres pisos, con mantas y ropas mugrientas, insuficientes para los fríos y crudos inviernos. Los lavabos y duchas también eran escasos para todos los reclusos. Las celdas de castigo tenían letrinas en una esquina, una estructura metálica cuadrado en cuyo interior había un cubo. Se conservaba también el listado de los prisioneros y algunos de los objetos que utilizaban. Nos impresionó ver las montañas de gafas, maletas y zapatos viejos en el pabellón dedicado a las pruebas del genocidio. Hice fotos de esas montañas, pero inexplicablemente se extraviaron. También había documentales. Fueron cinco años de holocausto, hasta la liberación el 27 de enero de 1945 por el Ejército Rojo soviético. El Museo era un necesario recordatorio de todos los horrores y crímenes de guerra que se cometieron. Fue un recorrido sobrecogedor, impactante y triste. 

El campo también había sido declarado Patrimonio de la Humanidad, como la Iglesia de la Paz de Swidnica. Los dos lugares, aunque eran de épocas históricas diferentes, me parecieron dos símbolos antagónicos, dos caras del ser humano. La paz y la belleza, y la maldad y el horror, la historia de la humanidad.



Foto de los zapatos cortesía de Google 


lunes, 1 de mayo de 2006

IGLESIAS MEDIEVALES Y ZAKOPANE

 


Zakopane era la estación de montaña más famosa de Polonia y capital de los deportes de invierno. Estaba a una altitud entre 800 y 1000m, a los pies de los montes Tatras, la cordillera más grande de los Cárpatos. Cuando fuimos en mayo la temperatura descendió a 5º. Era un pequeño pueblo de casas tradicionales de madera con chimeneas y tejados inclinados para la nieve. El ambiente era el de una estación alpina de esquí, rodeada de bosques. Con la construcción del tren a finales del siglo XIX, se convirtió en una de las zonas de balnearios más populares de Polonia.

La Ulika Krupowki era su calle principal con comercios, cervecerías y restaurantes, de estilo rústico. Había puestos callejeros que vendían quesos ahumados de oveja, típicos de la región, y roscos de pan con semillas de sésamo. Probamos varios quesos, muy sabrosos. 

Después fuimos a la Villa Koliba, una preciosa casa tradicional de 1892, creada por Witkiewiez Albergaba el Museo del Estilo Zakopane. Nos hicieron colocar polainas de fieltro para no dañar los suelos de madera. Visitamos todas las acogedoras estancias y salones de la casa, decorados con todo detalle. Las habitaciones tenían en un ángulo las grandes estufas de azulejos de cerámica. Originalmente funcionaban con carbón, pero las habían adaptado para funcionar con electricidad. Las cortinas, alfombras y colchas de las camas eran coloristas. Las vigas de madera del techo estaban talladas con dibujos florales y geométricos, como los azulejos de la cocina, con cucharones y tazas colgando. Muy acogedora.


Visitamos la Iglesia de Dobro, un pueblo cercano. Estaba construida con madera ensamblada, sin un solo clavo, a la manera tradicional. Era una de las más antiguas de Polonia, de 1490. Decían que el párroco enseñaba la iglesia, pero nos abrió la puerta una chica, y la visitamos con un pequeño grupo de colegiales con su profesora. 

El techo y las paredes estaban cubiertos de pinturas murales coloristas que se conservaban muy bien para no haber sido restauradas. Era un lugar especial, una mezcla de las iglesias rusas y vikingas. El altar era un tríptico grande, y en lugar de campana usaban una especie de xilófono, llamado dulcémele, del s. XV. El exterior de la iglesia también nos pareció muy bonito.

Visitamos las Iglesias Parroquiales, la nueva y la antigua. Y nos gustó el cementerio antiguo Pęksowy Brzyzek, con cruces con tejadillos triangulares y tumbas curiosas. Algunas tenían formas alargadas como tótems tallados en madera; otra tenía una figura tallada con un Cristo de los Dolores, sentado con la cabeza apoyada en su mano, como si estuviera pensativo, una postura inusual. Era el panteón donde descansaban escritores, políticos, escaladores y artistas polacos.




Otra de las iglesias de madera que visitamos fue la Iglesia de San miguel Arcángel en Dębno, a 34km de Zakopane. Era una de las seis iglesias declaradas Patrimonio de la Humanidad, de la provincia (voivodato) de Baja Polonia o Małopolska en polaco. Y una de las iglesias medievales más antiguas de Polonia, de finales del siglo XV, con una cúpula piramidal añadida un siglo más tarde.



lunes, 24 de octubre de 2005

BUCEO EN LOS ROQUES















En Los Roques nos apuntamos a una excursión en barca a la zona más lejana al arrecife de coral de las islas, Boca de Cote. Se tardaba unos cincuenta minutos en llegar. El mar tenía unas tonalidades turquesas preciosas. Parecía tranquilo al principio, pero había mucha brisa y se formó fuerte oleaje. La barca cabalgaba las olas que golpeaban el casco, la proa se levantaba con la velocidad y recibíamos constantemente una ducha de agua salada.

Hicimos snorkel, el buceo con tubo y vimos corales en forma de laberintos, arborescentes o cilindros verdes. Los peces también eran de gran variedad: amarillos con rayas grises, azul eléctrico, negros, plateados, cebras, arcoiris, tigres…azul claro con los labios rosas o blancos y peces alargados con el morro en forma de espátula. Algunos estaban agrupados en grupos de diez o más, bajo el saliente de algún coral y se quedaban inmóviles, dejándose mecer por la corriente. Donde había corales la profundidad era poca, pero llegaba un momento en que la pared de coral acababa, el color del agua cambiaba y se abría una profundidad vertical.



Paramos en un palafito abandonado, habitado por pelicanos y otras aves que descansaban en las maderas del embarcadero. Junto a él había un banco de arena con un islote blanco formado por grandes caracolas.

Luego el barquero nos dejó en la Isla Crasquí. Todas las islas tenían nombres terminados en “quí” que venía de la palabra inglesa “Key”, cayo en castellano. Allí hicimos otra inmersión fantástica y encontramos más peces de lo que esperábamos.

Otro día fuimos a la Isla Francisquí, más cercana. La zona para hacer snorkel se llamaba La Piscina, porque quedaba protegida por una barrera de coral bien visible, donde rompían las olas. Nadar entre los peces y corales, rodeados del silencio marino, fue una de los grandes experiencias del viaje por Venezuela.




























jueves, 20 de octubre de 2005

EL ARCHIPIÉLGAGO LOS ROQUES



El archipiélago Los Roques de Venezuela tenía el arrecife de coral más grande del Caribe. Era Parque Nacional Maríno, formado por un conjunto de islas y cayos de las Antillas Menores. Llegamos en una avioneta de 19 plazas de la compañía Aerotuy. La vista del archipiélago de islas coralinas desde el cielo era precioso. El vuelo fue suave, sin turbulencias, aunque otros viajeros nos habían contado historias sobre incidencias por los fuertes vientos. Aterrizamos en la Isla Gran Roque, la única habitada. El aeropuerto era mínimo, con una torre de control que parecía casi provisional.



En la isla había poca vegetación, pero algunas palmeras y árboles de poca altura ofrecían sombra, y daban un toque de verdor. El pueblo lo formaban tres calles arenosas, paralelas al mar, con casas de colores de planta baja. Subimos al Faro de la colina, para contemplar las vistas. Luego dimos un paseo y vimos bastantes niños en una escuela. No había vehículos de ningún tipo y las calles eran de arena, se podía ir descalzo todo el día. Las casas eran bonitas, con porches y plantas, y algunas estaban adornadas con barcas en las puertas. La mayoría de las casas eran de estilo marinero, y quedaban algunas casas coloniales con rejas en las ventanas. Era un lugar bonito y tranquilo.















Las playas de arena blanca eran preciosas. El color del mar Caribe era una combinación de franjas azules y verde transparente. Disfrutamos de los baños y de la puesta de sol. Contemplamos el espectáculo de los pelícanos que se lanzaban en picado al mar para atrapar los peces. Vimos como se les ensanchaba el cuello al tragar. Algunos parecían kamikazes, y vimos uno que en la rapidez de la bajada chocó contra el lateral de una barca. Nuestra presencia cercana les era indiferente, debían estar acostumbrados y no huían. Al día siguiente alquilamos una barquita para hacer excursiones por otras islas del archipiélago.