miércoles, 15 de mayo de 2019

MONASTERIOS DE KOSOVO

 


En la entrada había un puesto de soldados de la KFOR (Kosovo Force) encargados de la seguridad, protegían al Monasterio de cualquier intento de ataque o vandalismo. Era el ejército multinacional que puso la OTAN, con militares eslovenos e italianos. Se debía a la conflictiva situación política en Kosovo, que Serbia considera su provincia meridional. Kosovo declaró su independencia el 17 de febrero de 2008, reconocida por algunos estados y por otros no. Nos pidieron el pasaporte, se lo quedaron durante la visita y nos dieron credenciales para entrar. Fueron simpáticos y amables. Lo visitamos totalmente solos, no había turistas.

El Monasterio Visoki Dečani era del s. XIV, Patrimonio de la Humanidad. Estaba en una colina boscosa de castaños. Fue fundado por el rey Serbio Stefan Uros III Dečanski en 1327, y continuado por su hijo Stefan Dusan. Un monje franciscano, de la ciudad montenegrina de Kotor, se encargó de la dirección arquitectónica. La Iglesia era de estilo románico y gótico. El monasterio fue sepulcro real de monarcas serbios, sobrevivió a la ocupación otomana y aunque sufrió saqueos no tuvo daños estructurales.



Una puerta arqueada daba acceso al Monasterio de piedra arenisca. A la izquierda estaban las habitaciones de los monjes en un edificio blanco con vigas de madera oscura. Preguntamos cuantos monjes vivían allí y nos dijeron que 20 monjes. El interior tenía preciosos frescos murales. Era ortodoxo, con la sacristía cerrada con las reliquias guardadas. Entre los frescos vimos a San Jordi a caballo pisando al dragón.


Otro día fuimos desde Pristina al Monasterio Graçanica del s. XIV, una de las obras maestras de la Edad Media de los Balcanes. También era Patrimonio de la Humanidad. Fue construido por el rey serbio Stefan Uros II Milutin. El hostigamiento de los otomanos continuado hasta casi el inicio del s. XVIII provocó daños en varias ocasiones. Los ojos de muchas representaciones estaban rallados, leímos que los turcos lo hicieron para que las deidades ortodoxas no los observaran.

El exterior del Monasterio era de piedra y ladrillo rojizo. El interior estaba repleto de frescos murales con representaciones bíblicas del infierno y el paraíso. El guía cuidador del monasterio nos dio explicaciones sobre los frescos amablemente. El monasterio lo cuidaban unas monjas. Hablé con una de ellas en la tienda de recuerdos. Me contó que en él vivían unas 20 monjas, y era un monasterio vivo, pues cada día se celebraba servicio religioso, aparte de su valor artístico y simbólico.




martes, 14 de mayo de 2019

EL ENCANTO ALBANÉS DE GJIROKASTRA




Para llegar a Gjirokastra desde Korça, atravesamos las montañas Gremaz, bonitos paisajes alpinos con bosques y puertos de montaña a 1759m., por una carretera de curvas. Luego descendimos al valle Vjose hasta Permeti, pasando por la garganta del río Vjose, de aguas verde claro. Gjirokastra (o Gjirokaster) era un pueblo con encanto Patrimonio de la Humanidad, con antiguas casas otomanas del s.XI, de madera y piedra blanca, con techos de piedras planas apiladas y calles empedradas. Las casas-torre tenían de tres a cuatro plantas y se llamaban kules, de origen turco y típicas de los Balcanes. La base era alta, con planta baja para el invierno y segunda planta para verano, balcones y múltiples ventanas interiores decoradas con motivos florales. El nombre de Gjirokastra en griego significa “castillo de plata”. Fue cuna del escritor Ismail Kadaré y del dictador Enver Hoxha.




Nos alojamos en una preciosa y acogedora casa medieval, con vistas a la montaña y terraza con panorámica de la ciudad. La habitación era enorme, con chimenea, hornacinas en la pared, kilims colorido, techos de madera y asientos otomanos con cojines bajo las ventanas para sentarse a leer. Salimos a callejear y subimos al Castillo del s.XV. Se utilizó como prisión, luego lo ocuparon los nazis y posteriormente los comunistas. El interior estaba muy bien conservado, con altísimos arcos. En una de las galerías exhibían 22 cañones a cada lado. En el patio de la Fortaleza había un avión americano que aterrizó en Tirana en la época comunista. Dentro del recinto estaba el Museo de Armamento y el de Historia. El museo de Historia nos gustó más, con trajes antiguos y detalles sobre el país. Había una zona dedicada a las prisiones de la época comunista, mostrando las celdas o mazmorras en los largos y laberínticos pasillos. Era sobrecogedor imaginar el frío y las penurias a las que estuvieron sometidos.





Había varias casas museo. La Skendeli House del s.XVIII, tenía numerosas habitaciones, 64 ventanas, 40 puertas, 9 chimeneas, 5 hammams y pasadizos secretos. La habitación más grande era la de los huéspedes y ceremonias como la pedida de mano, con divanes laterales y chimenea decorada con pinturas florales y granadas, el símbolo de la fertilidad y la prosperidad. Todo esto nos lo explicó el dueño de la casa, que vivió treinta años allí con su familia. Los comunistas le expropiaron la casa y en el 91 se la devolvieron.


El Museo Etnográfico estaba ubicado en otra casa histórica de 1870. Había sido propiedad de una familia de mercaderes y después la casa de Hoxha. Tenía 40 habitaciones, 34 puertas y 50 ventanas. Estaba muy decorada y con detalles como la cocina con sus cacharros, piedras de moler, cunas, kilims, chimeneas adornadas con telas de puntillas, baúles.



La tercera casa museo fue la Zekate House, de 1811. Era la más grande, inmensa con sus cuatro pisos. Fue un regalo del emir turco Alí Pasha a la familia Zeko, que todavía vivía allí, en una construcción de piedra anexa. También tenía grandes habitaciones con muchas ventanas con visillos blancos y divanes para hombres y mujeres, con multitud de alfombras de colores. Además, visitamos la casa del escritor Ismail Kadaré que tuvo que exiliarse a París. La habían restaurado en estilo moderno y estaba dedicada a su obra.


Callejear por la medieval Gjirokastra descubriendo sus casas y rincones fue un auténtico placer y una forma de adentrarnos en la historia de Albania.



© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego
   Texto y fotos

lunes, 18 de marzo de 2019

EL PUENTE COLGANTE

En el viaje por Costa de Marfil cruzamos un puente colgante de lianas evocador de aventuras africanas. Para llegar atravesamos varias aldeas con casas de adobe entre plataneros y caminos de tierra roja, con montones de niños jugando por los alrededores. Desde Man partimos hacia a Danane, a 65km. y luego a Vatuo. Allí estaba el puente sobre el río Cavaly. El río arrastraba aguas lodosas color café con leche. 









Las gruesas lianas estaban sujetas a dos grandes árboles de nudosas raíces que se aferraban a la tierra de la orilla. Las lianas eran rígidas y formaban un entramado de red sobre el río. Pasaban mujeres cargando palanganas sobre la cabeza, y algún niño llevando a sus espaldas un enorme racimo de plátanos. El puente formaba un estrecho paso central, con espacio mínimo para colocar la planta del pie. Todos iban descalzos, y nos dijeron que era tradicional descalzarse para cruzarlo. Oscilaba menos de lo que podía imaginarse, pero nosotros tuvimos que sujetarnos a los laterales del puente para mantener el equilibrio.




Las gruesas lianas estaban sujetas a dos grandes árboles de nudosas raíces que se aferraban a la tierra de la orilla. Las lianas eran rígidas y formaban un entramado de red sobre el río. Pasaban mujeres cargando palanganas sobre la cabeza, y algún niño llevando a sus espaldas un enorme racimo de plátanos. El puente formaba un estrecho paso central, con espacio mínimo para colocar la planta del pie. Todos iban descalzos, y nos dijeron que era tradicional descalzarse para cruzarlo. Oscilaba menos de lo que podía imaginarse, pero nosotros tuvimos que sujetarnos a los laterales del puente para mantener el equilibrio.



 Llegamos a la otra orilla y vimos un grupo de mujeres lavando ropa. Se agachaban y la golpeaban con energía. La transportaban en grandes palanganas sobre la cabeza. Luego extendían la ropa en la hierba para que se secara al sol. Con sus vestidos estampados formaban una escena de gran colorido.




Luego fuimos al bosque tropical sagrado Saigne, habitado por numerosos monos. Había varios bosques sagrados por todo el país. Les ofrecimos a los simios bananas cortadas, y desde las ramas bajas las cogían de nuestra mano. Estuvieron un rato jugado con nosotros hasta que se saciaron de comer bananas y treparon a las ramas altas. Fue un día relajado y estupendo en el viaje por Costa de Marfil.



© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego

domingo, 17 de marzo de 2019

PLAYAS DE COSTA DE MARFIL

Desde Grand Bassam un taxi colectivo nos llevó en una hora hasta Assinié. Assinié estaba entre la Laguna Aby y el mar, que se abría en el Golfo de Guinea. Una barca cruzó la laguna y nos dejó en la franja de tierra que daba al mar. La playa se extendía 18km. a lo largo del Golfo de Guinea, bordeada por altas palmeras. La arena era más blanca que la dorada de Grand Bassam, y fue la playa más bonita que vimos en el país.



En Grand Bassam era un espectáculo pasear por la playa y ver a las familias bañándose en el mar. Las olas rompían y formaban espuma blanca. Decían que cada año fallecían cientos de personas en el mar por las fuertes corrientes. La mayoría de la gente se quedaba cerca de la orilla jugando a saltar las olas entre risas y griterío. Por la orilla paseaban algunos caballos. Era un conjunto abigarrado y curioso, unas playas con gran animación.






El paseo por la playa de Mondoulou hasta el pueblo de Modeste, a 8km. de Grand Bassam fue fantástico. Las barcas de madera, alargadas y sencillas, estaban varadas en la arena. Encontramos varios grupos de pescadores,  unos arrastraban las redes del mar desde la arena, colocados en hilera. Otros recogían la captura de las redes y la colocaban en grandes palanganas metálicas que se llevaban las mujeres sobre la cabeza. Los niños zascandileaban alrededor.






Nos bañamos en una zona más solitaria. El oleaje era fuerte y se notaba la resaca que arrastraba. Bebimos agua de coco que nos ofrecieron unos chicos al pasar, y que cortaron con machete. El agua de coco nos refrescó. También compramos naranjas y jugosas piñas a unas mujeres que llevaban a sus niños atados a la espalda con un pañuelo. Vimos medusas gigantes en la arena y decenas de cangrejos correteando cerca de la orilla, dejando pequeños orificios en la superficie. 

Durante la mayor parte del trayecto estuvimos totalmente solos en la playa. Sólo teníamos el océano rugiente y espumoso a un lado, y al otro las palmeras con algún cobertizo de cañas. Resumiendo, en Costa de Marfil pueden encontrarse playas maravillosas, salvajes y solitarias, con pescadores y llenas de gente y de vida.







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domingo, 10 de marzo de 2019

EL PASADO COLONIAL


Costa de Marfil fue colonia francesa entre 1904 y 1958, cuando consiguió la independencia. Los franceses dejaron huella, entre otras cosas, en la arquitectura. Pero en todo el país apenas se conservaba esa huella en Grand Bassam.

Grand Bassam estaba asentada frente al Golfo de Guinea, y dividida en dos mitades por la Laguna Ebrié. Un puente unía las dos partes de la población. Había sido declarada Patrimonio de la Humanidad.

La arquitectura colonial decadente tenía cierto encanto, pero en Grand Bassam los edificios estaban muy deteriorados y faltaba mucha restauración. Había mucho trabajo por hacer allí. Las fachadas estaban descoloridas, algunas casas estaban totalmente abandonadas y la vegetación había crecido en el interior, asomando las ramas de árboles por el hueco vacío de las ventanas, como en la Maison Ganamet.







En la calle principal Treich-Laplaine se concentraban las grandes mansiones deterioradas. Uno de ellos era el edificio de Correos y Aduana, descolorido, con persianas verdes. En el interior había una pequeña exposición de cuadros locales. 




El Palacio del Gobernador estaba mejor conservado. La fachada era de un color anaranjado, rodeada de palmeras. Tenía arcos y una escalinata formando un semicírculo en la entrada principal. En el interior estaba ubicado el Museo del Traje, con unos pocos trajes indígenas y ceremoniales. En el segundo piso exhibía algunas máscaras curiosas y fotos antiguas en blanco y negro. Alrededor del Museo había varias tiendas de artesanía, con máscaras y joyería.



Curioseamos el colorido mercado, que era muy fotogénico. Las mujeres con sus vestidos estampados y sus pañuelos a juego estaban en cada rincón, vendiendo en sus puestos, acarreando las compras en la cabeza, y deambulando por los estrechos pasillos. Se vendía jengibre, arroces, pescados, piñas, naranjas peladas, mandioca…Montones de pimientos naranjas y amarillos apilados daban una nota de color. Otra zona era la de las telas y los sastres con sus máquinas de coser Singer. Un mercado africano con ambiente. Las playas eran otro de los atractivos de Grand Bassam...




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