Desde Masvingo fuimos a visitar el Gran Zimbabwe, los restos de una antigua ciudad del reino de Zimbabwe, en los s. XIII-XV d. C. Estaba situada sobre una colina. Fue la capital del reino bantú de los Shona en el s. XIV y llegó a tener una población de 20 000 habitantes.
Las ruinas arqueológicas
estaban rodeadas de grandes formaciones rocosas. Destacaba una gran torre
cónica. En la parte alta estaba la llamada Acrópolis por los arqueólogos,
y en la parte baja había construcciones de piedra restauradas.
Había una muralla de muros concéntricos de 10m de altura, con
piedras apiladas, escaleras y pasadizos. Coincidimos con la visita de un grupo
de escolares uniformados, nos saludamos y luego nos dispersamos por el recinto
y lo vimos en soledad.
Lo recorrimos con una niebla espesa y una fina llovizna que nos fue empapando. No lucían tanto como con un cielo azul, pero la neblina envolvía las ruinas en un aire de misterio. La única nota de color la aportaba algún bonito flamboyán de flores rojas, como los que vimos en la ciudad de Masvingo.
Leímos en la guía que las causas del abandono de la ciudad fueron el declive en el comercio, el agotamiento de las minas de oro, la inestabilidad política, el hambre y la escasez de agua.
Otro día visitamos un poblado etnológico, un museo al aire libre con chozas que reproducían el estilo de vida tradicional de los primeros pobladores de Zimbabwe. Eran chozas circulares con tejadillos cónicos, algunas decoradas con dibujos geométricos. En el interior había recipientes de barro, utensilios y cestería.
Había algún granero construido en alto para proteger el grano de los animales. Una escalera de troncos permitía el acceso. También había una choza dedicada al curandero de la aldea. Vimos como unas mujeres elaboraban los cestos a la manera tradicional.