lunes, 16 de septiembre de 2013

LAS TORRES MEDIEVALES DE SVANETI





El Alto Svaneti era una región montañosa del Caúcaso que había conservado su vida tradicional gracias a su prolongado aislamiento. Era calificada como bella, salvaje y misteriosa, adjetivos que nos impulsaron a conocerla.

Llegamos en marshrutky, la furgoneta colectiva, hasta Mestia, a través de una carretera de montaña con muchas curvas. De vez en cuando algún pasajero, hombre, mujer o niño, se persignaba. Averiguamos que no era por los peligros de la carretera, sino que lo hacían cada vez que pasaban cerca de una iglesia. El paisaje era precioso, bosques densos con una neblina baja. Mestia estaba a 1400m. de altitud. El centro estaba restaurado, con casas de piedra y balcones de madera de estilo alpino. Pero en las empinadas calles empedradas se respiraba el ambiente rural y circulaban algunas vacas, dejando sus boñigas en el camino.





Tenía iglesias milenarias y casas fuertes con torres defensivas de piedra llamadas Koshki, el símbolo de Svaneti. Nos alojamos en una casa particular, con torre adosada. Luego encontramos muchas por el pueblo y esparcidas por la montaña. Una de las aldeas tenía más de doscientas torres de ese tipo. Las torres habían sido construidas en la época medieval para servir de viviendas y fuertes en caso de invasión. Sólo tenían estrechos ventanucos en una de sus caras, y el acceso era elevado, a través de unas escaleras de madera. Resultaba curioso que se hubieran conservado aquellas torres centenarias. La región de Georgia era un merecido Patrimonio de la Humanidad.




La cena fue contundente, como requería el frío clima: sopa de champiñones, barbacoa de carne y kachapuri, pan relleno de queso, con más queso por encima, típico de la gastronomía georgiana. Al anochecer vimos las torres iluminadas y paseamos hasta el puente sobre el río. La niebla se había disipado y se veían más nítidamente los picos nevados del Caúcaso. La luna resaltaba la blancura de la nieve.



domingo, 15 de septiembre de 2013

LOS ARMENIOS Y EL LAGO SEVÁN


 
Hay países en los que la población que habita es inferior a los que viven fuera de él. En Armenia habitan 3,2 millones de personas, y ocho millones de armenios están en la diáspora y viven en Rusia, EE.UU, Francia, Líbano y Siria principalmente. Algunos armenios famosos son el tenista André Agassi, el cantante Charles Aznavour, el director de cine Atom Egoyan o la cantante/actriz Cher.
El escritor Colin Thubron afirmó sobre los rusos que “Se dice que el ruso se parece a la cebolla, cuando más los pelas más lloras”. Pues con los armenios sucede igual, mientras más conoces su historia, más trágica y penosa parece, y entiendes el carácter melancólico de los armenios. Armenia se recuerda por su tragedia del genocidio llevado a cabo por el Imperio Otomano de 1915 a 1923.


 
La religión, la parte espiritual está muy presente e impregna todo el país. En los bonitos monasterios se respiraba misticismo. También nos atrapó la belleza del lago Seván. El lago estaba a 1.900m. sobre el nivel del mar. La guía lo describía como un gran ojo azul de 80km. de longitud y 30km. de anchura. Su color cambiaba de deslumbrante turquesa a azul oscuro. El día en que lo vimos era soleado y el agua tenía un azul luminoso.


 
Cogimos un pequeño barco para hacer un recorrido por el lago. Desde el agua vimos dos ermitas sobre la colina, a la que más tarde subimos. Las iglesias tenían las típicas cruces armenias llamadas Khatchkars, talladas en piedra rojiza. La cruz tenía inscripciones y descansaba en un símbolo del sol o rueda de la eternidad.
Desde allí fuimos a Noroduz, que tenía el segundo cementerio de Khatchkars mayor del mundo. Miraras donde miraras veías cruces de distintos tamaños y diseños, con dibujos geométricos simbólicos. Otros grabados representaban una caravana de bueyes o un festín de bodas. Había más de 50.000 cruces en el país, estaban consideradas patrimonio cultural por la Unesco, eran únicas en su género y no había dos iguales. Otra curiosidad de aquel misterioso país.
© Copyright 2014 Nuria Millet Gallego

sábado, 14 de septiembre de 2013

MONASTERIOS DE ARMENIA

Armenia tenía muchos monasterios ubicados en las montañas del Cáucaso. Visitamos algunos de ellos desde Alaverdi, que era la base para ver el Debed Canyon. El paisaje era bonito, el río Debed corría entre verdes montañas que formaban un paso estrecho. Cogimos el funicular hasta el Monasterio Sanahin, fundado en el s.X. Era un complejo de iglesias con tumbas antiguas, oscuras capillas y galerías medievales. Estaba considerado Patrimonio de la Humanidad. Había estelas de piedra con las típicas cruces armenias labradas en filigrana.

El Monasterio albergó una Universidad de Medicina en el s.XII, además de una escuela de copistas e ilustradores. En la estancia que había sido la Biblioteca se guardaban vasijas de barro. 



En otra colina al otro lado del río estaba el Monasterio Haqpat también Patrimonio de la Humanidad. Fue fundado en el año 976. Tenía campanario, biblioteca y refectorio. En una sala tenía varios agujeros en el suelo, eran vasijas enterradas, probablemente para almacenar vino, como los “qevri” georgianos de arcilla.

El muro exterior tenía muchas cruces de distintos tamaños grabadas en la piedra, un huella que el tiempo no había borrado.




Otro día fuimos al Monasterio Geghard. Era mitad Catedral y mitad cueva, pues la construcción estaba adosada a la roca, y las capillas estaban excavadas en la misma roca. En el interior las voces resonaban; leímos que por la buena sonoridad a veces cantaban coros allí. Los rayos de sol se filtraban por los orificios de las cúpulas.

En una capilla había una fuente de agua fresca, que decían que rejuvenecía o concedía el deseo de todo aquel que la tocara. En el exterior había varias kachkars esculpidas en lo alto de la roca, se ascendía por unas escaleras metálicas. El conjunto del monasterio fue el que más nos gustó.

Conocimos a uno de los tres monjes que vivía en el monasterio. Era un monje joven y dispuesto a conversar. Le comenté que debía sentir mucho la soledad allí y reconoció que sí, pero la lectura y sus tareas llenaban sus días. Compramos coca y unos higos secos que vendían unas mujeres en puestos. Todos los monasterios que vimos en Armenia tenían una atmósfera medieval y se respiraba misticismo y espiritualidad. Eran una parte importante del viaje por el país.












martes, 10 de septiembre de 2013

YEREVAN Y ECHMIADZIN

Yereván (o Ereván) era capital de Armenia desde el final de la II Guerra Mundial. El Monte Ararat, símbolo de la ciudad, la custodiaba. La mayoría de casas estaban hechas de toba, la piedra rosada, que embellecía la ciudad .El centro de Yereván conservaba bonitos edificios rusos del s.XVI, con parques, museos, teatros, galerías y cafés. 

La Plaza de la Libertad era el corazón de la ciudad. Había mucho ambiente alrededor de la Ópera, un edificio semicircular de piedra gris. Recorrimos las calles, la principal tenía el nombre de Mesrop Mashtots, el creador del alfabeto armenio.


El Complejo Cascada era un monumento simbólico con terrazas escalonadas que conmemoraba. Había estanques, fuentes, jardines y dos estatuas de Botero, un guerrero y un gato, fácilmente reconocibles.

Las calles peatonales estaban repletas de gente paseando y sentados en las grandes terrazas. En la calle Pushkin vimos la casa donde vivió el escritor, con un busto en la fachada. Fue uno de los autores de literatura rusa más brillantes, junto con Dovstooievsky, Tolstoi y Gogol. El museo de los Mártires recordaba el dolor del genocidio que sufrió el pueblo armenio.




Desde Yereván fuimos a Echmiadzin, a solo 20km de la capital. Allí fue donde San Gregorio construyó la primera iglesia armenia tras tener la visión de un rayo cayendo a tierra. Estaba considerado un lugar sagrado, algo así como el Vaticano de la Iglesia Apostólica Armenia. Y era Patrimonio de la Humanidad. Además, fue capital desde el año 180 al 340, cuando la nación armenia adoptó el cristianismo.

La piedra oscura estaba muy desgastada pidiendo una restauración. De hecho, la torre principal y la fachada tenían un andamio metálico, estaba en proceso de reformas. La estructura de la iglesia era bonita, pero la vimos un día nublado y con su desgaste y las obras no lucía mucho.

El interior también era oscuro, hasta un poco lúgubre. Vimos el museo religioso Tesoros de Armenia, ubicado en la iglesia. Tenía cruces de plata parecidas a las de Etiopía, inciensarios, relicarios con brazos de plata y piedras preciosas conteniendo fragmentos de huesos de santo. Exhibía hasta un trozo del Arca de Noé…Eran tesoros coleccionados por la iglesia durante 1700 años. 

Foto cortesía de Google




sábado, 8 de junio de 2013

EL REINO DE LOS SWAZIS


 
Swazilandia era uno de los países más pequeños de África, con 17.364km2 (la mitad de la superficie de Cataluña aproximadamente), pero interesante y curioso. Sus habitantes se llamaban swazis, un nombre que me resultaba simpático. Los swazis eran polígamos y tenían tantas mujeres como su riqueza les permitía. Era una monarquía y tenía un rey joven, de cuarenta y tantos años, al que habían criticado cuando celebró su cuarenta cumpleaños con grandes fastos. El rey tenía 75 esposas y más de cien hijos (!)
El país destacaba por su naturaleza y reservas naturales. Nos alojamos en la Reserva Mlilwane, en la que nos recibieron varias cebras en libertad. También vimos antílopes, jabalíes, cocodrilos y búfalos. El entorno era bonito, muy verde y rural, rebosaba tranquilidad.




Hicimos un pequeño recorrido por el país. La capital Mbane era el África moderna, con edificios y centros comerciales. Pero en la Reserva Cultural Mantenga mostraban un poblado tradicional swazi, con chozas circulares rodeadas por empalizadas de troncos. La entrada de la choza era pequeña y había que agacharse; era una forma de controlar a los enemigos. En el interior tenían pequeños soportes de madera para utilizar como almohada apoyando la cabeza, y pieles como mantas. Tardaban en construir las chozas de cinco a ocho semanas, y duraban diez o quince años. Cocinaban en el exterior si el tiempo lo permitía, y tenían otra choza para preparar la cerveza fermentada, que era de poca graduación, 4º o 5º. La riqueza del hombre swazi se medía, además de por el número de esposas, por el ganado que poseía.





Allí vimos la danza tradicional Umhlaga. Las mujeres vestían una túnica estampada y llevaban collares y tobilleras de caracolas blancas que agitaban al bailar. Los hombres con el torso desnudo, vestían pieles y cubrían sus piernas con una especie de calentadores blancos, tocaban tambores y danzaban enérgicamente.

Al acabar fuimos a ver las Cataratas Mantenga, a 2km. de allí. Eran más altas de lo que esperábamos. Cruzamos descalzos el pequeño río para pasar al otro lado y sentimos el agua helada. Nos acercamos hasta la caída del agua, saltando por las rocas. Esa fue nuestra despedida del pequeño y curioso país.

 

© Copyright 2013 Nuria Millet Gallego

jueves, 6 de junio de 2013

SEÑALES VIAJERAS DE SUDÁFRICA




 
El cartel advertía tener cuidado con los con los cocodrilos y los hipopótamos, otros avisaban de la presencia de cocodrilos, hipopótamos y tiburones (¡) y de no tirar comida al agua. Estábamos en el Parque de los Pantanos de Santa Lucía, en Sudáfrica. Decían que por las tranquilas calles del pueblo de Santa Lucía podías encontrar un hipopótamo paseando y que no eran precisamente amistosos. Nosotros no encontramos ninguno, pero oímos sus bramidos.


 
El parque estaba considerado Patrimonio Mundial y tenía 200km2. Tenía el Océano Índico a un lado y varios lagos al otro. El lago de Santa Lucía que le daba nombre era el estuario más extenso de África, con cinco ecosistemas diferentes: desde arrecifes y playas, hasta lagos, pantanos y bosques de interior y costeros. Su fauna abarcaba desde hipopótamos hasta cebras.


 
Encontramos otras señales curiosas, pero la que superaba a todas era la que advertía del peligro de topar con elefantes, rinocerontes, leopardos, búfalos o leones, que vimos el el Parque Nacional Kruger, la joya de Sudáfrica, una franja de 65km. de ancho por 350km. de largo, en el que había la mayor abundancia de animales. Los vimos a todos ellos, menos al rey. Disfrutar de la vida animal en su entorno fue muy especial. Pero la señal también fue un buen detalle para el recuerdo.
 
© Copyright 2013 Nuria Millet Gallego

BLYDE RIVER CANYON


A las siete de la mañana partimos de Neilspruit rumbo al Blyde River Canyon. Primero paramos en las cataratas Long Creck, de 68m de caída. Luego vimos las cataratas Lisbon, de menos altura, con dos chorros principales. 

El Blyde River Canyon nos impresionó. Tenía 35km de longitud, siguiendo la escarpadura de las montañas Drakensberg. El río Blyde se veía diminuto abajo, serpenteando entre las paredes rocosas rojizas. Leímos que Blyde significaba "alegre" o "feliz" en holandés antiguo. Caminamos por la parte alta del Cañón, al borde del acantilado. 



Desde el mirador se veían los llamados Three Rondavels, enormes cilindros de roca con forma de las casas africanas. La palabra rondavel era lenguaje afrikáner y tenía su origen en la disposición circular de los carromatos de los boers o trekkers holandeses para defenderse.




El cañón formaba parte de la Reserva Natural del Cañón del Río Blyde, con  especies de peces, antílopes, hipopótamos, cocodrilos y diversidad de aves como buitres, águilas y halcones.

Luego fuimos al Bourke’s Luck Potholos, un lugar extraño y hermoso, donde confluían los ríos Blyde y Treur. Su nombre tenía origen en el buscador de oro Tom Bourke, quien encontró una veta en la zona.  La erosión de los remolinos de agua había excavado agujeros en la garganta de arenisca rojiza, y las formaciones rocosas era curiosas. Un lugar realmente especial.








Seguimos la llamada Ruta Panorama hacia la población de Graskop. Paramos en el mirador llamado God’s Window, pero una niebla densa cubría el valle. La “Ventana de Dios· estaba cerrada, así que no tuvimos vistas, pero vimos el arco iris, paseamos por los caminos y contemplamos el paisaje de bosque húmedos tropical con musgo y plantas de flores rojas.