jueves, 7 de agosto de 2014

RAUMA Y SUS CASAS DE MADERA

 


Desde Turku cogimos un bus hasta Rauma, a 90km, a través de bosques de abetos. Rauma se fundó a mediados del s.XV, y era la tercera población más antigua de Finlandia. Su casco antiguo, con calles adoquinadas y casas tradicionales de madera con chimeneas, estaba considerado Patrimonio de la Humanidad. 

Vimos la iglesia y llegamos a la Plaza del Mercado y nos sentamos en la terracita del famoso Café Sali, el centro de Rauma. Disfrutamos de la cerveza local contemplando el paso de los escasos transeúntes y bicicletas.

Las casas estaban pintadas de tonos azules, rosados, amarillos, ocres y granates. Eran de planta baja y algunas tenían jardines. Tenían adornos de carpintería y marquesinas metálicas. Las ventanas tenían visillos y estaban decoradas con conchas, objetos marinos, botellas de colores, miniaturas de barcos y faros, y algunas colecciones particulares, como una de despertadores antiguos.










Rauma era conocida también por su tradición en la confección de encaje de bolillos, y por su dialecto regional. En Finlandia tenían dos lenguas oficiales: el finés (suomi) y el sueco. Las cartas de los restaurantes y otros carteles estaban en ambos idiomas, y algunos añadían también el ruso y el inglés. 

Había algunas casas museo, pero estaban cerradas. Nos asomamos a las ventanas y pudimos ver habitaciones con mobiliarios de madera, cunas, ruecas, encajes de bolillos, jofainas, utensilios de cocina. Fue el museo más completo que vimos sin entrar.






Otro museo que sí pudimos visitar fue el Museo del Teléfono. Estaba cerrado y un señor con una carretilla arreglaba el jardín. Nos saludó y dijo que lo abría para nosotros. Era el dueño, que llevaba coleccionando aparatos desde hacía medio siglo. Tenía unos 200 teléfonos de todo tipo colgados en la pared: de madera, de baquelita y militares, Tenía hasta una centralita de manivela y al accionarla sonaban los teléfonos. Los había rusos, alemanes. Era una buena colección de valor histórico. Interesante.





domingo, 5 de enero de 2014

BRUJAS, REFLEJOS DE EUROPA


 

Durante la Edad Media Brujas fue una de las ciudades más prósperas de Europa, por el comercio a través de su red de canales. Era conocida como la “Venecia del Norte” por los canales que la atraviesan, comunicados por viejos puentes de piedra. Los edificios tradicionales tenían forma triangular escalonada con tejadillos rojos, muchos fueron la sede de los antiguos gremios.

Hacia 1500 entró en declive y cayó en el olvido durante cuatro siglos. Se conservó como una pequeña ciudad medieval cuya pobreza aliviaban hospicios, instituciones caritativas y una industria que elaboraba encajes.

Reflejos diurnos. Los edificios y sus chimeneas se reflejan en las aguas tranquilas, entre las agujas góticas de los campanarios y los estilizados cisnes del llamado Lago del Amor.


 
Y reflejos nocturnos en la fría oscuridad invernal.

A finales del s. XIX la ciudad empezó a restaurarse y renació llena de fantasía, misterio y belleza. Desde el año 2000 es Patrimonio de la Humanidad. Podría considerarse una metáfora de los tiempos presentes. La Vieja Europa ha alternado sus periodos de riqueza y penurias, de esplendor y decadencia. Y siempre que las guerras y la mano del hombre no la destruyan, renacerá y será un reducto de belleza.


 

 
 
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lunes, 23 de septiembre de 2013

TBLISI

 



Tblisi (o Tiflis) era la capital de Georgia, a orillas del río Kura. Las casas sobre la pared vertical del acantilado, asomando al río eran impresionantes. Seguimos el curso del río admirando las casas colgantes en la escarpada ladera.

Subimos en teleférico hasta la colina donde estaba la Fortaleza Nariqah del s.XVIII. La ascensión fue muy rápida. La murallas de la fortaleza se erguían sobre la cresta de la montaña, dominando la ciudad. Apenas se conservaban dos torreones. Al lado había una gran estatua de una mujer armada con una espada, como protegiendo la ciudad. Después de disfrutar de las vistas de la Catedral, de las numerosas iglesias y los tejadillos rojos con el río al fondo, bajamos por las escaleras hacia el centro.


Recorrimos la calle Rustaveli, admirando los edificios regios. Había comercios de lujo, cafés y restaurantes. Al principio estaba la Academia de las Ciencias con un mercadillo de puestos callejero con gorras, joyas, imanes, iconos y objetos religiosos. Otros de los edificios imponentes era la Ópera House, el Teatro Rustaveli y el Parlamento, con altas columnas. Llegamos a la Plaza Liberty, con una columna central con una estatua de San Jorge matando al dragón.






Callejeamos por el distrito medieval. Nos gustaron los balcones de madera labrada con filigranas, eran encajes de carpintería. Todos diferentes, pintados de colores crema, verde, azul, blanco. Otros eran de forja de hierro. Muchos edificios necesitaban una buena restauración, había paredes abombadas, escaleras torcidas y balcones ladeados, pero seguían siendo bellos. Encontramos una casa de madera verde con porches y vidrieras de colores que le daban una atmósfera especial.




La Torre del Reloj era una muestra de la arquitectura medieval. Estaba inclinada y apuntalada por una viga metálica. Tenía mosaicos de colores incrustados en su piedra. Al tocar la hora se abrían las compuertas del reloj y salía un angelote. Parecía de cuento.

Al pie de la Torre había un Teatro de Marionetas, un espectáculo con tradición en la ciudad. Vimos las cúpulas de los Baños Reales, reconstruidos con ladrillo rojo. Nos fijamos en los detalles de las fachadas antiguas como pomos, gárgolas, escaleras, y otros detalles ornamentales de la forja de hierro.








La ciudad también tenía una parte nueva como el puente ondulado que encontramos en un parque, todo un contraste, tradición y modernidad. Tblisi nos enamoró, una capital del Cáucaso muy interesante y especial.




jueves, 19 de septiembre de 2013

EL LABERINTO DE CUEVAS




La montaña estaba agujereada como un queso de gruyere. Vardzia fue una ciudad-cueva construida en el s. XII por el rey Giorgi III, y su hija la reina Tamar estableció allí un Monasterio. Llegó a tener trece pisos subterráneos y vivían 2000 monjes. Tenía 119 cuevas con 409 habitaciones, 13 iglesias y 25 bodegas de vino. Un terremoto en 1283 destruyó varias cuevas, y luego vinieron las sucesivas olas de invasores.

Era un laberinto de cuevas a distintos niveles, conectadas por escaleras de piedra y pasarelas. El interior de las cuevas no era demasiado grande. Los frescos de las paredes apenas se conservaban, pero si habían quedado numerosos nichos y hornacinas. En alguno de ellos los visitantes o los monjes habían dejado velas encendidas, que ennegrecían la piedra. También encontramos nidos de aves.


 
 
Pasamos por una galería subterránea de escalones y techos bajos y llegamos a una iglesia en el centro de la montaña. Era la Iglesia de la Asunción, con un pórtico con dos arcos de los que colgaban tres campanas. Un monje barbado abrió con su llave el portón de madera de la Iglesia. En ella se conservaban unos bonitos frescos murales y encontramos lo habitual en las iglesias ortodoxas: el altar cerrado, iconos, palmatorias de bronce, incensarios colgantes, libros…


 
Quise preguntarle al monje cuantos religiosos vivían en el Monasterio y le dije si hablaba inglés. Me contestó que no, pero cuando más tarde le pregunté el precio de unas velas me entendió perfectamente, y mirándome con cierta sorna me dijo claramente el precio en inglés.
Luego nos enteramos de que sólo vivían cinco monjes allí. Nos lo contó una monja joven a quien compramos un yogur cremoso muy rico elaborado por las monjas de otro monasterio cercano. Ellas tenían un huerto, cultivaban flores, y criaban truchas. Las monjas vivían tranquilas en aquel recinto repleto de flores, y eran más conversadoras, aun habiendo elegido aquella vida de retiro y aislamiento.



 
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miércoles, 18 de septiembre de 2013

BAJO EL GLACIAR

 
 

 

Había amanecido con sol y despejado, excepto algunas brumas alrededor de las montañas. Las torres defensivas del valle de Mestia se veían imponentes, recortándose contra el cielo azul. Se distinguían los picos nevados del monte Dalaqora hacia donde nos dirigíamos; formaba parte de la cordillera del Cáucaso, que separa Europa de Asia. Las laderas estaban repletas de bosques con algunos claros color verde esmeralda.

La ruta era hacia el Glaciar Chaaladi. Íbamos a ascender desde los 1490m. del punto de inicio hasta 1920m. Casi cuatrocientos treinta metros. A las dos horas de caminata llegamos al puente colgante sobre el río Mestiachala. Era de madera y de hierro oxidado. El río bajaba con fuerza, habíamos caminado paralelos a él, y sus aguas eran de un azul blanquecino. A la altura del puente se formaba un cañón natural.



 

La ascensión había sido bastante gradual, pero el último tramo fue el más empinado. Además era una pedrera que se hizo un poco pesada. Finalmente llegamos al pie del Glaciar Chaaladi. De las cumbres nevadas bajaba una lengua blanca que a nuestra altura se convertía en una morrena terrosa que arrastraba piedras.

El río surgía de una cueva bajo el glaciar, y hasta allí llegamos. Las paredes de la cueva era grueso hielo blanco con vetas verdosas. Nos acercamos a tocarlas. En algunas zonas el hielo goteaba derritiéndose bajo el sol y formando una ducha natural. Nos sentamos en las rocas a descansar, a comer las provisiones que llevábamos, y a contemplar el glaciar y el paisaje del valle entre cumbres nevadas. Un paisaje para guardar en la memoria.






 

Después de ocho horas de excursión la cena que nos preparó Tamila, nuestra anfitriona, fue espléndida. Una muestra de cocina tradicional georgiana: sopa con pasta y carne berenjenas guisadas, col preparada con salsa y ensalada de pepino y tomate. Y todos los platos servidos a la vez, en una mesa muy apetecible y colorida.
 
 
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BRINDIS EN GEORGIA


 
Un pequeño pueblo de tejadillos rojos y casas bajas, entre viñedos y altos cipreses. Podría ser la Toscana, pero estábamos en el Cáucaso, en Georgia. De Sinaghi decían que era la población más bonita de la región vinícola de Kakheti. Estaba repleta de arquitectura de los s. XVIII-XIX con aire italiano y conservaba restos de su antigua muralla. Las casas tenían balcones de madera labrada que formaban filigranas, eran como encajes de carpintería.
 




La zona estaba llena de bodegas que ofrecían degustación de vinos. Hasta los monjes tenían tradición de elaborar vino en las bodegas de sus monasterios, como la famosa Catedral de Alaverdi. Fue construida en el s. XI y con sus 50m. de altura fue la construcción más alta en Georgia durante milenios.  Todavía era el principal centro espiritual de la región de Kakheti. Estaba amurallada y rodeada de vides, pero las bodegas del monasterio no podían visitarse.





El vino fermentaba en los llamados qvevri, recipientes de arcilla subterráneos que podían alcanzar los tres metros de profundidad y almacenar el equivalente a 1300 botellas de vino. Como fuimos en la época de la vendimia tuvimos oportunidad de ver los viñedos repletos de racimos, y el pisado de las uvas en un tronco vaciado. Recogimos en una copa el primer mosto, de un fuerte sabor dulzón.


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